El 5 de mayo, un hombre llegó a la Seccional Policial Tercera de Carmelo, con una historia que se repite en la era digital, pero no por eso deja de sorprender. Tiempo atrás, curioso y tal vez buscando compañía, ingresó a un sitio web para adultos. Allí inició una conversación con una mujer. El intercambio, íntimo y digital, escaló hasta el envío de fotografías personales, creando un puente frágil entre dos desconocidos.
La sorpresa llegó días después, cuando su teléfono sonó. Al otro lado, una voz que se identificó como perteneciente a la Policía Argentina le informó que estaba en problemas: la mujer con la que había compartido aquellos momentos digitales era, supuestamente, menor de edad. La solución que le ofrecieron tenía un precio: una multa de $12,000 pesos para evitar mayores consecuencias legales.
Confundido y temeroso, el hombre accedió. Realizó la transferencia, esperando cerrar ese capítulo oscuro. Sin embargo, el miedo y la duda lo llevaron de nuevo a la web, no en busca de compañía, sino de respuestas. Pronto descubrió la verdad: había sido víctima de una estafa. La policía, ahora la verdadera, investiga el caso, adentrándose en ese entramado digital donde la vida íntima y los engaños se entrelazan con demasiada facilidad.
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