En la ciudad de Colonia del Sacramento, donde el pasado susurra en las calles empedradas y el río se mece suavemente bajo la luna, el tango encontró una vez más su hogar temporal durante la espléndida Semana del Tango de 2024. Este festival, más que un evento, se convirtió en una peregrinación hacia el alma del tango, envolviendo a la ciudad en una atmósfera cargada de nostalgia y belleza, de esas que solo la música más profunda del Río de la Plata puede despertar.
Desde el inicio, el lunes 6 de mayo, el Bastión del Carmen, esa fortaleza cultural de la ciudad, abrió sus puertas al arte en todas sus formas. Las paredes se vistieron con lienzos que destilaban pasión tanguera, más de veinte obras que eran tanto un homenaje como un diálogo con el tango. Aquella noche, el teatro se unió al homenaje con «Tus ojos se cerraron», una pieza que, bajo la dirección de Eduardo Grosso y la actuación del Elenco del Patrimonio, revivió la época dorada del tango con una autenticidad que cortaba el aliento.
Al siguiente día, el tango se transformó en cine y danza. La proyección de «Cambalache», con la presencia de su directora Rosalía Alonso, se convirtió en un seminario sobre las raíces y transformaciones del tango, ese eterno viajero entre culturas. La danza no se quedó atrás, pues el Grupo de Danza-Tango de la Dirección de Cultura de la Intendencia pintó movimientos en el aire del Centro Cultural Nacional AFE, cada paso una palabra en el poema visual que es el tango bailado.
La música, ese latido constante del festival, tomó el escenario central el miércoles. El tributo a Julio Sosa por parte del Grupo de Lázaro Cóccaro fue una sinfonía de voces y recuerdos, con Mariana Airaudo al piano y Esteban Toth en el bandoneón evocando la melancolía y el orgullo de un género que ha sabido ser voz de los desencantos y fiestas del pueblo.
Y llegó el gran final, una noche en la que cada nota tocada parecía destinada a permanecer eternamente en el aire de Colonia. La «Orquesta de Señoras» de Montevideo, con su vibrante energía, inauguró la velada, seguida por la presencia emotiva de Ariel Barolín. Con «La última curda» y «Tinta Roja», Barolín no solo interpretó canciones, sino que narró la historia viva del tango, conectando con cada alma en el auditorio.
Pero el verdadero epílogo lo escribió Raúl Lavié, con su presencia magnética y su voz que es en sí misma un monumento al tango. Entre anécdotas de su amistad con Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, Lavié desplegó su arte en «Naranjo en flor» y «Balada para un loco», y la noche se convirtió en una suerte de sueño colectivo, en el que cada acorde, cada palabra, era un puente entre el pasado y el presente del tango.
Cuando la Orquesta Espectáculo de la Intendencia de Colonia cerró con «La Cumparsita», el espíritu de Gerardo Matos Rodríguez parecía sonreír sobre Colonia. La Semana del Tango había trascendido la mera celebración para convertirse en una declaración poética de amor y resistencia cultural, un recordatorio de que el tango, más que música, es un corazón que late fuerte en el alma del Uruguay.
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