Era un día común en la vida de una vendedora en Facebook radicada en Nueva Helvecia.
Ella, confiada y motivada por la posibilidad de hacer un negocio rápido y sencillo, publicó un par de botas por $1.590. No pasó mucho tiempo antes de que una compradora se interesara y cerrara el trato. Pero el asunto dio un giro cuando, poco después, la misma compradora contactó a la vendedora para informarle que había cometido un error: había transferido dinero de más.
Movida por un impulso de rectitud, la vendedora se preparaba para devolver el excedente cuando recibió una llamada de lo que parecía ser una entidad bancaria. La voz al otro lado del teléfono, amable y convincente, le pidió que confirmara algunos datos de su cuenta para procesar la devolución. Sin sospechar, la vendedora proporcionó la información solicitada.
Poco después, al consultar su cuenta bancaria, descubrió que le habían sustraído U$S 1.000. El supuesto error de la transferencia y la llamada del banco eran parte de una estafa bien orquestada.
Ahora, las autoridades están investigando el caso, tratando de rastrear a los estafadores que se aprovechan de la buena fe de los usuarios de redes sociales para cometer sus delitos. Este incidente nos recuerda la importancia de verificar siempre la autenticidad de las transacciones y de ser cautelosos con la información personal que compartimos en línea.
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