En una mirada profunda a los desafíos que enfrentan los jóvenes uruguayos en relación con la política, el análisis de Ignacio De Boni en «¿Qué les queda a los jóvenes?» proporciona una exploración crucial de cómo la indiferencia política entre los jóvenes puede ser menos una elección y más una consecuencia de un sistema que los ha marginado sistemáticamente.
El documento presenta un panorama donde la juventud uruguaya se ve despojada de sus aspiraciones políticas, no por una falta inherente de interés, sino por un sistema que ha fracasado en cultivar su confianza y compromiso. Este fenómeno no solo resalta las deficiencias en la interacción generacional, sino que también apunta a una desilusión más profunda alimentada por estructuras partidistas que parecen más interesadas en la perpetuación del poder que en la inclusión genuina de las voces jóvenes.
De Boni argumenta que los jóvenes no solo están alejados de la política debido a una percepción de ineficacia o corrupción, sino también porque la política como se ha practicado hasta ahora no ha logrado resonar con sus realidades cotidianas y sus preocupaciones inmediatas. La falta de confianza en los partidos políticos, que apenas logra alcanzar el 18% entre los jóvenes según encuestas mencionadas, es un testimonio de esta desconexión.
Es esencial entender que la apatía política de los jóvenes no es un problema aislado, sino un síntoma de desafíos más amplios dentro de la sociedad uruguaya. Si bien la despolitización podría parecer beneficiosa a corto plazo para ciertas agendas neoliberales, a largo plazo erosiona la base misma de una democracia saludable que requiere la participación activa de todas las generaciones.
La revitalización de este interés y participación no solo requiere un cambio en cómo se involucra a los jóvenes, sino también un replanteamiento de las políticas y prácticas que han llevado a esta situación. Los partidos políticos y las estructuras de poder deben adaptarse para no solo atraer a los jóvenes, sino para involucrarlos de manera que sus voces y preocupaciones sean centrales en la formulación de políticas.
Este análisis sugiere que la solución no reside en el mero cambio de la retórica política, sino en una reestructuración fundamental de las prácticas políticas para hacerlas más inclusivas, transparentes y, sobre todo, responsivas a las necesidades de todos los sectores de la sociedad, especialmente los jóvenes.
Los números de la desconfianza
En su análisis exhaustivo sobre la desconexión de los jóvenes uruguayos con la política, Ignacio De Boni detalla no solo las percepciones y sentimientos de apatía, sino también proporciona datos concretos que ilustran este fenómeno.
Según la Encuesta Nacional de Juventud (ENAJ) de 2013, menos del 13% de los jóvenes participan en partidos u organizaciones políticas. Además, esta encuesta revela que solo el 18% de los jóvenes confía en los partidos políticos, colocándolos en el último lugar en términos de confianza entre las 15 instituciones evaluadas.
Estos datos cuantitativos no solo subrayan la magnitud del desinterés y la desconfianza entre los jóvenes hacia la política, sino que también destacan un desafío crítico para los sistemas políticos actuales en términos de involucramiento y representación juvenil.
Este desinterés profundamente arraigado es aún más significativo cuando se considera que, en contraste, los jóvenes otorgan el doble de confianza a las empresas y a los bancos que a los partidos políticos. Este dato refleja una orientación hacia el pragmatismo y tal vez un pragmatismo influenciado por un discurso neoliberal que prioriza la gestión sobre la ideología.
El análisis de De Boni sugiere que revitalizar la participación política juvenil implica más que simplemente abordar la desilusión superficial con los partidos políticos. Requiere una reevaluación profunda de cómo los valores políticos y las actividades resuenan con los valores personales y las experiencias diarias de los jóvenes. Las estructuras políticas existentes deben adaptarse para reflejar y responder a las preocupaciones contemporáneas de los jóvenes, lo que no solo implica escucharlos sino también integrar activamente sus perspectivas en la formulación de políticas y prácticas.
Este compromiso renovado con la juventud no solo es crucial para cerrar la brecha entre generaciones, sino también para asegurar un futuro democrático más dinámico y participativo en Uruguay. Con un 82% de jóvenes expresando desconfianza hacia las estructuras partidarias tradicionales, la urgencia de este cambio no puede subestimarse.
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