Por Elio García |
«…pelear por la verdad, la independencia y la libertad de información pagando el precio del riesgo, en batallas que pueden perderse, pero que también se pueden ganar. Haciendo posible todavía, siempre, que un alcalde, un político, un financiero, un obispo, un poderoso, cuando un periodista se presente ante ellos con un bloc, un bolígrafo, un micrófono o lo que depare el futuro, sigan sintiendo el miedo a la verdad y al periodismo que la defiende… Arturo Pérez-Revert
Hago periodismo. Casi todas las semanas recibo comentarios, inquietudes, informaciones, opiniones e insultos.
De esto último quiero detenerme hoy y motiva esta nota mi solidaridad con la periodista María Paz Sartori, del Semanario Búsqueda que recibió agresiones verbales de parte del director del Instituto Uruguayo de Meteorología (INUMET), Gabriel Pisciottano.
Según se conoció hoy este funcionario público de apellido Pisciottano salió intempestivamente de su oficina y le comenzó a gritar a la periodista que, cabe informar está embarazada. Además intentó tomarla del brazo para echarla del edificio. Durante varios minutos, Pisciottano le gritó en la cara a Sartori al tiempo que le hacía gestos amenazantes con la mano, advierte el comunicado de la Asociación de la Prensa Uruguaya.
Nosotros
Solo la familia de los periodistas, un grupo reducido de amigos y algunos colegas conocen parte de estas historias que muchas veces no contamos, pero creo que cada vez es más necesario hacerlo. A nosotros nos citan al juzgado a declarar y también desde otros ámbitos del Estado nos han sancionado con criterios poco claros de objetividad y ética, en una oportunidad la denuncia estaba firmada por parte de una funcionaria casada con un periodista.
Casi todas las semanas recibo insultos por muchas notas que escriben mis compañeros y yo. Hablo por mi no para victimizarme, sino para contar mi experiencia. Que la lea quien quiera.
Es el periodismo estúpido!
Así puedo contar que me han tratado de estúpido, imbécil, periodista amarillista, tarado, gusano, tira, facho, traidor, deshonesto, entre una multiplicidad de epítetos. Y conste que no hago mención a quienes se esconden detrás de perfiles falsos. Hablo de gente que se identifica y muchas veces conozco. En esa lista hay docentes, comerciantes, jubilados, y un amplio etcétera de ciudadanos muchas veces considerados por el imaginario popular como verdaderos señores de la cultura y la solidaridad.
También he recibido amenazas a lo largo de estos años de periodismo, intimidación y mensajes por terceros para que no me metiera en determinados asuntos públicos.
Hace algunos años, en una fiesta donde participaron docentes fui caricaturizado, como lo hacen las murgas en carnaval. Un profesor interpretó mi personaje de periodista y la gran mayoría lo festejó y celebró. Ese año uno de mis hijos concurría a ese establecimiento educativo, donde realizaron esta fiesta de fin de año entre docentes a las afueras de Carmelo.
A ninguno les importó que se estaban riendo del padre de uno de sus alumnos. Nadie paró aquel carnaval. Nunca hubo nadie que dijera nada públicamente de esa actitud por parte de aquellos que deberían dar el ejemplo. La violencia no solo la generan los alumnos,los padres, también participan de ella algunos docentes. Pero eso no tiene mucha prensa. Ninguna autoridad de la educación pública dijo nada sobre este asunto hasta hoy. Nadie se acercó a disculparse y aclarar la situación, sabiendo que fui enterado de esta ‘fiesta’.
Hace poco, dentro de un partido político me amenazaron «con tomar medidas si no revelaba el nombre de una fuente». Lo hizo una militante de ese partido. Ellos lo saben. Pero nadie de esa fuerza política pidió disculpas públicas o investigó esta acción de una patotera que figura en la lista de un candidato que hoy es Alcalde. Desde ese lugar esta persona pretendió llenarme de miedo.
«Imbécil», «estúpido», «tarado», tengo esos mensajes que los voy borrando sistemáticamente desde mi celular. Capítulo aparte son las redes sociales donde gratuitamente me han insultado y agraviado diciendo que actúo bajo seudónimos y ataco personas. Todo gratuito, obviamente.
Tolerancia y Silencio
Construir tolerancia en esta sociedad es muy difícil. «las redes sociales le dan derecho de palabra a legiones de imbéciles que antes hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la colectividad (…) enseguida (a estos, a los del vino) los callaban, mientras que ahora tienen el mismo derecho de palabra de un premio Nobel. Es una invasión de imbéciles», sostenía Umberto Eco.
Eco me hace pensar pero no me convence, más tonto es el que cree lo que escribe el tonto. O más imbécil es aquel que tratándome de idiota sigue leyéndome. Todos los días.
Habiendo tantos colegas de pluma refinada y estilo profundo, hay que ser tan poco inteligente para no comprender que la basura se olvida y la mentira tiene patas cortas y que si te molesta lo que escribo hay otras opciones para informarse.
Es como esa frase que pintan en los muros y dice:
«Bobo es el que lee esto».
A esta altura quiero aclarar que no escribo para agradar. Nunca lo hice. Escribo por curiosidad, compromiso y pasión. Para conocer a la gente, sus problemas, virtudes y defectos e intentar acercarme a la verdad de las cosas.
A veces puedo equivocarme y si, lo se, hay cosas que pueden lastimar, pero las tengo que decir. No hay crecimiento sin dolor.
Criticar no es un delito y tampoco una virtud, pero menos un defecto.
Para el elogio y las fotos están las relaciones públicas, no el periodismo.