Por Santiago Carbone
Montevideo, 6 sep (EFE).- Ejemplo de perseverancia, líder y capaz de reponerse ante la adversidad en cada oportunidad, Luis Suárez no es solo el goleador histórico de la selección uruguaya, sino también uno de los grandes ídolos del país.
Abanderado de un equipo que jugó cuatro mundiales consecutivos y se consagró campeón de América en una oportunidad, el atacante conformó con Diego Forlán y Edinson Cavani un tridente letal en la delantera de la Celeste de la que el mundo entero habló.
La salida de ‘Cachavacha’ Forlán de la selección, dejó a los dos delanteros nacidos en la ciudad uruguaya de Salto en 1987 conformando una dupla que también fue de temer: entre los dos marcaron 127 goles con la camiseta celeste.
Quienes lo conocieron siendo un adolescente que hizo sus primeros pasos en las formativas de Nacional, cuentan que Suárez tenía desde ese momento unas condiciones excepcionales y un amor propio impresionante.
«El día viernes será mi último partido con la selección de mi país. Es algo que lo venía pensando, lo venía analizando. Es el momento indicado».
Con esas palabras, Suárez sorprendió el pasado 2 de septiembre, cuando en una conferencia de prensa llevada a cabo en el estadio Centenario anunció que su partido número 143 con la selección sería también el último.
Aseguró también que se marchará con la tranquilidad de haberlo dado todo por la selección y sin nada que reprocharse, al tiempo que recordó cuando siendo un niño soñaba con defender a la Celeste y utilizar el dorsal 10 de Enzo Francescoli.
Y aunque fue el 9 el número con el que marcó 69 tantos en más de 11.191 minutos disputados con la selección, fue el 10 el que utilizó el día que saltó por primera vez al campo.
Fue el 7 de febrero de 2007, cuando el Uruguay de Óscar Washington Tabárez venció por 1-3 a Colombia con dos goles de Sebastián Abreu en un amistoso disputado en la ciudad de Cúcuta. Ese día, ‘el Pistolero’ vio la tarjeta roja.
Desde entonces, pasaron 17 años, seis meses y 28 días en los que Suárez regaló cientos de alegrías a los fanáticos uruguayos, mientras su carrera a nivel de clubes lo llevó por los neerlandeses Groningen y Ajax, el inglés Liverpool, los españoles Barcelona y Atlético de Madrid, el uruguayo Nacional, el brasileño Gremio y el estadounidense Inter Miami.
Acompañado siempre por una familia a la que recordó en cada uno de sus goles, el atacante se convirtió en la gran figura de la Copa América 2011, donde la Celeste se llevó el trofeo a casa luego de 16 años sin poder hacerlo.
Un año antes, anotó por primera vez en un mundial y selló una de las jugadas que marcaron el torneo que se disputó en Sudáfrica al cometer un penalti tras detener con sus manos un remate adversario.
Aquel día abandonó el campo llorando e inmediatamente celebró un fallo que le permitió a Uruguay avanzar y meterse entre los cuatro mejores del mundo por primera vez en 40 años.
Cuatro años más tarde, Suárez, que también puso sus manos como portero en varias prácticas, selló una increíble recuperación y uno de los partidos más recordados con la Celeste.
Poco después de ser operado del menisco, debutó en el Mundial de Brasil y le marcó dos tantos a Inglaterra para la victoria de Uruguay por 2-1.
Días después, la recordada mordida al italiano Giorgio Chiellini lo llevó a abandonar el torneo y sufrir una suspensión de nueve partidos. A su regreso, jugó y marcó contra Brasil.
Con el paso de los años, los goles y las ovaciones siguieron llegando y el Centenario se llenó de fanáticos con el 9 de Suárez en sus camisetas.
Ahora, el último de los campeones de América en 2011 que seguía defendiendo a la Celeste dijo adiós y no hay dudas de que los fanáticos uruguayos extrañarán al goleador histórico y a uno de sus eternos ídolos.