Gonzalo Zunino (*)
El desempeño de la economía Uruguaya en la última década ha sido malo, tanto en términos absolutos como en la comparación internacional e incluso en comparación con el crecimiento histórico del Uruguay.
Considerando un crecimiento económico que para el 2024 se estima aproximadamente en 3%, la variación acumulada del PIB entre 2024 y 2014 se ubicaría levemente por encima del 10%, lo que es compatible con un crecimiento anualizado del orden del 1%. Estos valores contrastan claramente con lo ocurrido en la década anterior, donde el crecimiento acumulado entre 2014 y 2004 se situó por encima del 70%, compatible con un crecimiento promedio anual del orden de 5,5%.
Al evaluar este magro desempeño en materia de actividad, es común que surjan planteos que relativizan el resultado en función de un conjunto de shocks negativos que enfrentó la economía uruguaya en los últimos años, con particular énfasis en la sequía de 2023, la pandemia en 2020 y la importante inestabilidad política y recesión económica regional en los años previos. Una mirada de este tipo propone un escenario relativamente autocomplaciente, puesto que sugiere que Uruguay no está teniendo un problema relevante en cuanto a su capacidad de crecimiento, sino que solo ha asistido a un escenario negativo que ha limitado coyunturalmente el verdadero potencial de crecimiento.
Podríamos asumir entonces que este magro desempeño reciente es producto de “mala suerte” y apenas se normalicen las condiciones climáticas, sanitarias o regionales, el crecimiento económico de Uruguay volvería a acelerarse. En esta columna argumento que esta mirada autocomplaciente es, al menos parcialmente equivocada, y que uno de los desafíos más relevantes del próximo gobierno será justamente recuperar un crecimiento económico más importante.
El desempeño económico relativo de Uruguay respecto a la región en los últimos 20 años da cuenta que parte de la desaceleración de Uruguay efectivamente surge de un contexto más adverso para el crecimiento, pero que ese deterioro del contexto solo explica una parte del fenómeno.
La “mala suerte”
Como puede apreciarse en el Gráfico 1, en los últimos 10 años no solo Uruguay se ha desacelerado, sino que tanto nuestras economías vecinas (Brasil y Argentina) como el conjunto de economías de América Latina y el Caribe también lo han hecho en forma importante. La economía Argentina (que representa más del 50% del turismo en Uruguay), mostró un crecimiento promedio del orden del 4,5% entre 2005 y 2009 y del 3% entre 2010 y 2014. Sin embargo, dicha economía mostró una contracción promedio anual del 0,2% entre 2015 y 2019 y un crecimiento marginal de 0,1% promedio entre 2020 y 2024.
Brasil (nuestro principal socio junto con China en el comercio de bienes) también muestra un crecimiento relevante del orden del 3,3% entre 2005 y 2014, pasando luego por un período claramente recesivo entre 2015 y 2019 (contracción promedio anual del 0,5%) y posteriormente a un escenario de recuperación en los últimos cinco años, aunque con un crecimiento que se ubica en promedio levemente por debajo del 2% anual. El conjunto de las economías de LAC muestran un patrón de crecimiento similar al de Brasil, con un dinamismo relevante, superior al 3%, entre 2005 y 2014, que se desacelera de forma notoria entre 2015 y 2019, para volver a mostrar un desempeño algo más favorable en el último quinquenio.
Los datos anteriores nos indican que al menos parte de lo observado en el desempeño económico reciente de Uruguay responde a un patrón relativamente común observado en las economías de la región. Esto se debe a que Uruguay se ve afectado por shocks similares (shocks financieros, de precios de los commodities, de demanda externa) a las economías regionales además de la importante exposición directa que tiene respecto a algunas de ellas. De esta forma, en un contexto general de menor crecimiento regional hubiera sido muy difícil suponer que Uruguay podría mantenerse creciendo a tasas similares a las del período 2005-2014.
No todo es mala suerte
Sin embargo, el mismo Gráfico 1 nos muestra que la mirada autocomplaciente de la mala suerte no es del todo correcta, porque el crecimiento de Uruguay no solo ha seguido las tendencias regionales, sino que ha mostrado un cambio significativo en el desempeño relativo frente a la región.
En efecto, durante el período 2005-2014 Uruguay no solo creció a tasas relevantes en términos absolutos, sino que mostró un desempeño económico notoriamente superior al promedio de las economías de LAC, y también de las economías vecinas de Brasil y Argentina.
Por su parte, durante los primeros 5 años de desaceleración económica (2015 a 2019), si bien Uruguay pasa a crecer por debajo del 1% anual, igualmente su desempeño fue relativamente mejor al observado en Brasil, Argentina y el conjunto de los países de LAC, aunque el diferencial de crecimiento respecto a los países de la región se redujo sustancialmente. Cabe señalar, no obstante, que en un contexto de recesión en Argentina y Brasil, Uruguay logró evitar un proceso recesivo, lo que resulta poco habitual en la historia económica del país.
Finalmente, el escenario de deterioro relativo se profundizó de forma importante en el último quinquenio, donde Uruguay muestra un pobre crecimiento, que además es relativamente peor al promedio de las economías de LAC, y también al de Brasil, manteniéndose solo por encima, del desempeño de Argentina (dentro del conjunto de países comprendidos en el gráfico).
En este sentido, si bien es claro que la pandemia, por citar un ejemplo relevante, explica parte del poco destacado desempeño económico de Uruguay en el período 2020-2024, también lo es que dicho shock impactó en el resto de las economías de la región, y aun así, en el promedio de estas economías se observa una recuperación bastante más importante respecto al quinquenio 2015-2019 de lo observado en Uruguay. Cabe señalar además que en el último quinquenio no todas las noticias fueron malas para Uruguay, ya que durante ese período tuvo lugar la construcción y puesta en marcha de la segunda planta de UPM, con un monto de inversión histórica para el país. A diferencia de ocasiones anteriores donde este tipo de shocks lograron apuntalar el crecimiento de Uruguay de forma significativa por encima del desempeño regional, en este caso no resultó suficiente para que la economía Uruguay pudiera, al menos, equiparar el crecimiento promedio de LAC .
Gráfico 1. Crecimiento económico promedio anual de Uruguay, región y mundo por quinquenios
Fuente: BCU, IPEA, MECON y WEO FMI
Nota: ARG: Argentina, BRA: Brasil, LAC: Promedio de América Latina y el Caribe, URY: Uruguay
¿Qué se espera para el 2025? ¿Se acaba la mala suerte?
Hacia el 2025 el contexto parece mejorar para las economías de la región. El FMI espera un crecimiento para el conjunto de las economías de LAC que se aceleraría desde un 1,9% en 2024 hasta un 2,7% en 2025. A su vez, las expectativas de mercado señalan un crecimiento para Brasil del orden del 2% (levemente más bajo que en 2024) y un crecimiento para Argentina del entorno del 3%.
En Uruguay también se visualiza un escenario económico más favorable con un crecimiento del orden del 3% para 2025, lo que no solo implicaría volver a presentar tasas de crecimiento algo superiores al promedio histórico, sino que también permitirían al país mostrar un crecimiento superior al promedio regional y de las economías vecinas.
Sin dudas esto sería una buena noticia para el país, aunque el desafío para el próximo gobierno es lograr consolidar ese mayor crecimiento de forma sostenida, de modo de salir del relativo estancamiento que se observa desde el 2015. Hay indicios para pensar que para lograr este objetivo, no alcanzará solamente con que se acabe la mala suerte.
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(*) Director de Cinve. Coordinador del Observatorio de Seguridad Social de Cinve. Doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid (correo: gzunino@cinve.org.uy).
(***) Entrada escrita para el Blog SUMA de CINVE www.suma.org.uy.
+ Autorizada su publicación en Carmelo Portal para el interior del país.