Para el carmelitano Diego Ismael Alonso, un ciudadano uruguayo de 49 años, con profundas raíces italianas, el nombre de Carpinone, un pequeño pueblo en la provincia de Isernia, Italia, siempre estuvo presente en las historias familiares que escuchó de niño. La conexión con este lugar, donde su bisabuelo de apellido Antenucci nació en 1874 y emigró hacia el Nuevo Mundo en 1900, se fue transformando a lo largo del tiempo en un sueño: visitar la tierra de sus ancestros.
Aunque Diego nunca conoció personalmente a su bisabuelo, fue su abuela quien alimentó la fascinación por este pintoresco rincón italiano. Desde muy joven, las imágenes de la gruta y las cascadas de Carpinone se grabaron en su mente como destinos casi místicos que algún día debía ver por sí mismo. Ese deseo lo llevó a emprender un viaje que no fue solo físico, sino también emocional y simbólico: un retorno a sus orígenes.
30 días navegando en solitario por el Océano Atlántico
El destino final de Diego era Carpinone, y allí finalmente pudo pisar la tierra de sus ancestros. Caminando por las calles del pequeño pueblo, encontró la casa donde nació su bisabuelo, se reunió con algunos parientes lejanos y compartió las historias de su extraordinario viaje. En poco tiempo, se convirtió en una figura popular en el pueblo. Los habitantes de Carpinone lo reciben con calidez, ansiosos de escuchar sobre su travesía y maravillados con las fotos que capturó durante su odisea.
Esta es la historia de Diego, un carmelitano que, desafiando al tiempo y al océano, siguió los pasos de su bisabuelo, cerrando un ciclo familiar que une dos continentes y más de un siglo de historia.
https://youtu.be/E0rd_FaYMmg?t=2