De la Redacción de Carmelo Portal
El hecho de que muchos periodistas o medios se autodenominen como «independientes» responde a una necesidad de marcar una distancia frente a otros actores.
El discurso mediático es performativo, lo que significa que el acto de presentarse como independiente no es solo una declaración, sino un esfuerzo por construir una identidad que busca influir en la percepción del público.
La independencia, por lo tanto, no es solo una característica, sino un signo que busca legitimar al medio frente a una audiencia que desconfía cada vez más de las fuentes de información.
El problema es que la independencia absoluta es difícil de alcanzar cuando las variables que intervienen son múltiples: desde la financiación del medio, las presiones del mercado, las demandas de los anunciantes, hasta las posturas ideológicas personales de los periodistas.
En este sentido, autodenominarse como independiente puede ser percibido como una estrategia de diferenciación en un mercado saturado de información, más que una garantía absoluta de neutralidad o imparcialidad.
¿Independencia o rigor metodológico?
La escasa atención que se da al rigor metodológico es crucial. La independencia por sí sola no garantiza un periodismo de calidad.
Un periodista o medio puede ser independiente de influencias externas, pero su trabajo aún puede carecer de precisión, profundidad o ética si no se adhiere a métodos rigurosos de investigación.
Es aquí donde la ética profesional y la metodología deben ocupar un lugar central en el debate sobre la calidad del periodismo.
Ser independiente no significa ser infalible, y la búsqueda de la verdad no puede depender únicamente de la autonomía editorial, sino también del trabajo sistemático que sustente la información presentada.
En lugar de enfocarse únicamente en resaltar la independencia, quizás debería haber una mayor insistencia en el proceso investigativo: la verificación de las fuentes, la triangulación de datos, la claridad en la exposición de los hechos.
Esto proporcionaría una base más sólida para la construcción de la verdad que se presenta al público, evitando caer en la trampa de la verdad única o absoluta.
El riesgo de la verdad única
En periodismo, especialmente en el contexto actual, la verdad es siempre parcial y construida, influenciada por múltiples factores.
Como señala la filósofa Chantal Mouffe, la política (y, por extensión, el periodismo) está siempre en un estado de disputa, donde los significados y las narrativas están en constante lucha por el control.
La pluralidad de perspectivas debería ser uno de los objetivos del periodismo, no la imposición de una verdad hegemónica o unívoca.
Sin embargo, el mercado de la información tiende a simplificar narrativas, presentando versiones “definitivas” de los hechos para satisfacer a audiencias que buscan certezas rápidas. En este sentido, los medios a menudo caen en la tentación de ofrecer certezas, incluso cuando la realidad es ambigua o compleja. La verdad periodística, por lo tanto, debería ser más dialógica, abierta al debate y al reconocimiento de la multiplicidad de voces, en lugar de intentar imponer un relato monolítico.
¿Es necesaria la autodenominación como independiente?
La necesidad de autodenominarse independiente en el periodismo puede ser vista como una respuesta a las tensiones estructurales y culturales del entorno mediático actual.
Sin embargo, es importante reconocer que la independencia editorial, si bien es un ideal deseable, no es una garantía automática de rigor o verdad. La independencia debe complementarse con metodologías sólidas, trabajo sistemático y un compromiso ético que va más allá de la simple diferenciación discursiva.
En resumen, la independencia periodística es un valor importante, pero no suficiente. Para construir confianza y credibilidad en el periodismo moderno, es fundamental que la independencia sea acompañada por un rigor metodológico, una ética investigativa y una apertura a la pluralidad de voces que refleje la complejidad del mundo contemporáneo.
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