Ayer, miércoles 9 de octubre, la Casa de la Cultura de Carmelo fue el escenario de una ceremonia que, lejos de los reflectores habituales, resplandeció por su capacidad de reunir oficios y pasiones en una pequeña comunidad. La Intendencia de Colonia, a través de su Departamento de Cultura y la Dirección de Género y Generaciones, organizó la entrega de diplomas de los cursos de Bartender (introducción a la coctelería) y de Mozo/a, dictados con la colaboración del Instituto de Hotelería y Gastronomía.
El acto, que comenzó puntualmente a las 17:00, fue un encuentro sencillo, pero cargado de simbolismo. Hombres y mujeres, jóvenes y adultos, todos con una historia diferente, pero con un denominador común: la búsqueda de una oportunidad para aprender, para crecer. En el aire se percibía esa mezcla de satisfacción y nerviosismo, esa tensión que solo los momentos importantes pueden despertar. Para muchos de los presentes, obtener un diploma no era solo una certificación, sino una puerta abierta a un futuro diferente.
El Centro Cultural Nacional de Carmelo, un espacio que habitualmente alberga exposiciones y eventos artísticos, se transformó en el punto de encuentro de quienes apuestan por oficios que forman el entramado silencioso de cualquier ciudad. La coctelería y el servicio de mesa son más que habilidades técnicas: son, en muchos casos, artes del trato humano, del saber estar, del gesto sutil que convierte una experiencia cotidiana en un recuerdo.
Entre los asistentes, la gratitud hacia los docentes del Instituto de Hotelería y Gastronomía era palpable. Estos profesionales, con su conocimiento y experiencia, no solo impartieron lecciones teóricas, sino que transmitieron el alma del oficio: la disciplina, el respeto por los detalles y la capacidad de adaptarse a las necesidades del otro, sea un cliente, un comensal o un compañero de trabajo.
El acto fue más que una simple entrega de diplomas. Fue la culminación de meses de esfuerzo, pero también el comienzo de un nuevo trayecto. En la Casa de la Cultura, ayer no solo se celebraron habilidades técnicas; se celebraron historias de superación, de búsqueda de dignidad en un mundo laboral que cada vez exige más. Los participantes no solo adquirieron destrezas nuevas, sino que reafirmaron un derecho fundamental: el de mejorar a través del aprendizaje, el de crecer por medio del trabajo.
Es en eventos como este donde las pequeñas comunidades, como Carmelo, muestran su fortaleza. En un mundo en el que las grandes ciudades y los rimbombantes titulares acaparan la atención, estos espacios se convierten en bastiones de resistencia cultural, donde los oficios tradicionales se adaptan a los tiempos y las nuevas generaciones encuentran una vía para forjar su propio camino.
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