Montevideo, 25 oct (EFE).- Una reputación de conciliador y resolutivo cimentada desde sus años como inspector de trabajo que encastró fácil en la vacante de segundo al mando explica que Luis Lacalle Pou buscará en su amigo y compañero de ruta Álvaro Delgado a alguien capaz de construir un segundo piso sobre su Presidencia.
Nacido el 11 de marzo de 1969 en Montevideo como primogénito del contador Omar Delgado y la química Celeste Ceretta, Álvaro Luis Delgado Ceretta vivió su infancia entre los barrios capitalinos de Pocitos y Reducto pero tuvo desde su infancia una fuerte conexión con el campo.
Ruralidad y caballos
Fue a través de su familia materna, oriunda del norteño departamento (provincia) de Paysandú, que se vinculó con un medio rural que, cuenta en entrevistas, hasta hoy disfruta.
«Me gusta la ruralidad, que es un concepto más amplio que el campo», afirma. Su abuela le regaló como primera mascota un caballo; animal al que considera «muy inteligente» y con «mucha sensibilidad».
Es que el hoy candidato a la Presidencia por el oficialista Partido Nacional (PN) desarrolló desde pequeño con los caballos una «conexión muy especial», al punto de que montar es uno de sus pasatiempos preferidos.
«Es una terapia que tengo (…) el domingo pasado me dediqué toda la tarde a andar y es una sensación de libertad y te despeja la cabeza muchísimo», dice ya con varios caballos propios.
Si bien hizo natación y karate, Delgado dice que su relación con los deportes nunca fue buena, pero sus compañeros de clase lo consideraban un «líder».
De veterinario a político
Todavía recuerda cómo aquella «efervescencia» arrastrada desde el acto de 1983 donde, aún en dictadura, miles exigieron el retorno democrático, lo motivó a ir, con 15 años, a ver el 30 de noviembre de 1984 al líder del PN Wilson Ferreira Aldunate tras su liberación después de ser apresado por el régimen a su regreso del exilio.
«Tenía algo adentro que hizo que me picara mucho», reflexiona quien, sin venir de una familia politizada o nacionalista, dice que aquel discurso que escuchó cerca del escenario lo «marcó para siempre».
En bachillerato tuvo que elegir entre una vocación volcada al derecho o a la agropecuaria y, pese a dudas por su despertar político, eligió lo rural y estudió veterinaria, carrera de la que se recibió en 1995 y en cuyas clases conoció a quien en 1997 pasaría a ser su esposa, Leticia Lateulade.
Como veterinario trabajó en certificaciones, pero su militancia pronto le abrió paso a ser secretario de bancada del PN y en el 2000, bajo la presidencia del colorado Jorge Batlle, lo designaron inspector general de Trabajo en un período atravesado por la crisis económica de 2002 en el que destaca haber generado buen vínculo con integrantes de sindicatos y del izquierdista Frente Amplio.
Tras la derrota de Luis Alberto Lacalle Herrera, padre de Lacalle Pou, ante el frenteamplista Tabaré Vázquez en 2005, asumió como diputado y hacia un 2009 de elecciones ya se había juntado con el hijo del expresidente para crear el sector Aire Fresco.
El compañero de ruta
Así emprendieron un camino en el que serían compañeros de ruta: compartieron sesiones como diputados hasta 2015 y como senadores hasta 2019: el decisivo año electoral en que el PN encabezó la coalición con la que Lacalle Pou resultó presidente.
A pocos días de soltar amarras, en marzo de 2020, un golpe inesperado sacudió el inmaculado buque que el Gobierno recién ponía en marcha: la pandemia de la covid-19 y, designado como secretario de la Presidencia, aquel inspector que timoneó en la crisis de 2002 dio un paso al frente como segundo al mando.
En cada conferencia convocada por el mandatario para anunciar medidas o tranquilizar a un pueblo al que no se confinó apostando a la «libertad responsable», el secretario, que, según compañeros, reconvirtió ese cargo con su impronta, explicaba los pasos a seguir.
Así, el padre de tres hijos -Agustina, Felipe y Pilar- se perfiló más como claro sucesor de ese amigo cuatro años menor que, sin reelección, antes de una posible nueva candidatura en 2029, apoya su proyecto de construir «un segundo piso de transformaciones» sobre su mandato.
De momento, retribuir a sus hijos en orgullo las ausencias es uno de los motores del candidato acompañado en la fórmula por la exsindicalista Valeria Ripoll: «Termino algún acto diciendo ‘quiero ser presidente entre otras cosas porque tengo tres hijos y ojalá las ausencias hayan valido la pena'».