Los resultados de octubre han dejado al Frente Amplio y a la Coalición Republicana en un escenario ajustado y repleto de incógnitas rumbo al balotaje de 2024. Con el Frente Amplio capturando el 43,9% de los votos, casi cinco puntos más que en 2019, y el oficialismo en descenso con un 26,7%, los bloques se enfrentan a desafíos estratégicos y a un electorado que parece inclinarse hacia el cambio.
Un Frente Amplio fortalecido, pero sin mayoría absoluta
El Frente Amplio sale fortalecido tras estas elecciones, pero no lo suficiente como para asegurar una victoria en segunda vuelta. Con la mayoría en el Senado, pero sin lograr imponerse en la Cámara de Representantes, la izquierda mantiene una posición favorable en términos numéricos, pero enfrenta una tarea compleja: conquistar los votos adicionales que necesita para ganar el balotaje. Este crecimiento en primera vuelta, impulsado por un ambiente de descontento con el gobierno y una base sólida de apoyo, sitúa al Frente Amplio en una posición que recuerda a los balotajes de 2009 y 2014, aunque con un margen más estrecho.
Ignacio Zuasnabar, director de Opinión Pública de Equipos Consultores, ha descrito a Búsqueda, este escenario como un “empate” entre los bloques. Sin embargo, el camino a noviembre no es igual para ambos: mientras el Frente Amplio debe sumar nuevos apoyos, la Coalición Republicana tiene la difícil tarea de mantener intacta su base y evitar que los electores opten por la abstención o la migración hacia la izquierda.
La Coalición en una encrucijada: ¿consolidación o fractura?
La Coalición Republicana, que en 2019 se unió con éxito para respaldar a Luis Lacalle Pou, se encuentra ahora en una posición frágil. La pérdida de siete puntos respecto a la elección anterior revela una erosión de apoyos, especialmente entre los votantes de Cabildo Abierto, que hace cinco años aportó un significativo 11,1% y hoy se reduce a un exiguo 2,6%. Este retroceso hace evidente que una parte importante de ese electorado ha dejado de respaldar al bloque oficialista, un fenómeno que la Coalición necesita atajar si desea retener la mayoría en el balotaje.
El principal desafío para el oficialismo será evitar la fuga de votos que se ha convertido en un patrón en elecciones recientes. Como recordaron los analistas Nicolás Schmidt y Rafael Porzecanski en su estudio sobre el trasvase de votos de octubre a noviembre de 2019, los partidos aliados del Partido Nacional perdieron apoyos durante la segunda vuelta, dificultando una victoria contundente y obligando a Lacalle Pou a competir hasta el último voto. Hoy, el bloque oficialista enfrenta una situación similar, con un desgaste acumulado y una Coalición que, aunque unida, muestra fisuras visibles.
Un electorado indeciso y clave para el desenlace
Si bien las encuestas previas daban al candidato del Frente Amplio, Yamandú Orsi, una ventaja sobre el candidato oficialista Álvaro Delgado, la contienda real en noviembre puede arrojar un resultado distinto. La pregunta que se cierne sobre el electorado es si la Coalición Republicana ha construido una identidad lo suficientemente sólida como para retener a sus votantes en esta segunda vuelta o si, como en 2019, se verá golpeada por una fuga hacia la abstención o, en menor medida, hacia el Frente Amplio.
El bloque de gobierno aún cuenta con algunos factores a su favor, como la moderada aprobación de la gestión actual y una demanda de cambio que, si bien persiste, no parece exigir una transformación profunda. Sin embargo, como advirtió Eduardo Bottinelli, director de Factum, una fuga de votos hacia el Frente Amplio, aunque sea leve, podría bastar para inclinar la balanza a favor de la izquierda.
Rumbo a un balotaje decisivo
La recta final hacia el balotaje de 2024 perfila un escenario en el que tanto el Frente Amplio como la Coalición Republicana deberán desplegar estrategias claras y adaptativas. El Frente Amplio intentará captar votos de los sectores más críticos con el gobierno, mientras que el oficialismo luchará por mantener la cohesión interna y la lealtad de un electorado diverso.
En última instancia, este balotaje podría convertirse en un termómetro de la fidelidad partidaria en Uruguay, donde ambos bloques se ven obligados a consolidar sus bases y, sobre todo, a comprender el ánimo de un electorado que ha demostrado en el pasado estar dispuesto a cambiar de rumbo cuando las circunstancias lo ameritan.