De la redacción de Carmelo Portal
El 5 de noviembre, una ciudadana de Carmelo denunció en la Seccional Tercera haber sido estafada en Instagram. Según el reporte policial, acordó la compra de un celular iPhone a través de esta red social y giró U$S 1.320 al supuesto vendedor. Tras enviar el dinero, no recibió el teléfono y fue bloqueada por el contacto, quedando incomunicada y sin recursos para recuperar su inversión. Este suceso refleja una inquietante repetición: cada día, alguien cae en la misma trampa, impulsado por una combinación de confianza digital y consumismo acelerado.
Cómo actúa un comprador en las redes sociales?
Aquí vemos cómo el entorno digital desdibuja la percepción de seguridad. Las redes sociales, crean una ilusión de confianza y cercanía, y en espacios como Instagram, las personas interactúan con perfiles idealizados que parecen ser fiables. Este ambiente de “presencia virtual” permite que los usuarios sientan que se relacionan de manera directa y segura, aunque no haya garantías concretas.
La sociedad poscapitalista fomenta un deseo constante de adquirir, una “adicción al objeto deseado”, que lleva a las personas a tomar decisiones sin sopesar los riesgos. Es una especie de fascinación por el consumo inmediato: la compra a través de Instagram permite satisfacer la necesidad de poseer rápidamente, sin pasar por los pasos tradicionales de seguridad.
Para comprender por qué la gente sigue cayendo en estas trampas, Mikko Hypponen, experto en ciberseguridad, analiza cómo la confianza es manipulada en línea. Las plataformas sociales carecen de sistemas de verificación robustos para transacciones privadas, pero proyectan un aire de legitimidad. Este vacío se explota en estafas, donde un perfil atractivo en redes parece tan confiable como una tienda legítima.
Manuel Castells ,titular de la cátedra de Tecnología de Comunicación y Sociedad de la University of Southern California, también ilumina esta situación al describir cómo el poder en la era de la información se reconfigura en torno a redes. Instagram no es solo una plataforma social; es un espacio de intercambio comercial sin las protecciones que las instituciones tradicionales ofrecen. Para Castells, esto significa que las redes generan su propio tipo de confianza y vulnerabilidad, donde las personas, al confiar en la red misma, desestiman las normas básicas de precaución.
Lo que vemos es que la información digital transforma la percepción de autenticidad. Instagram convierte la simple presencia de un perfil en un “certificado” de confianza, aunque sea en apariencia. Este es un tipo de “verificación social” que, en la práctica, no ofrece garantías, pero el simple hecho de ser visible en la plataforma crea una falsa sensación de credibilidad.
La estafa en Carmelo es un reflejo de este fenómeno. Lo que las redes sociales ofrecen no son solo productos, sino una atmósfera de seguridad y familiaridad que reemplaza la verificación real.
En un ciclo repetitivo, el deseo de satisfacción inmediata lleva a los usuarios a depositar su confianza en plataformas digitales, donde los riesgos quedan minimizados por el atractivo de la oferta.
La estafa deja al descubierto cómo las redes digitales moldean nuestras percepciones y cómo el consumismo rápido y sin mediaciones fomenta un ambiente donde las garantías se vuelven secundarias frente a la promesa de accesibilidad y proximidad.