Carmelo, una ciudad de 19.000 habitantes en el departamento de Colonia, Uruguay, enfrenta desafíos significativos en términos de movilidad y planificación urbana. La ausencia de una terminal de ómnibus, transporte público urbano y veredas transitables en algunos barrios evidencia una problemática estructural que repercute en la calidad de vida de sus habitantes. Este contexto permite un análisis desde las perspectivas de movilidad urbana y la construcción social del espacio humano, conceptos ampliamente desarrollados por el geógrafo Michel Lussault en su obra El hombre espacial.
La movilidad urbana como eje ausente
En Carmelo, la falta de infraestructura de transporte limita la conexión entre los barrios y el centro de la ciudad, obligando a los habitantes de zonas como el barrio Lomas a caminar por la ruta nacional. Esta situación no solo pone en riesgo su seguridad al compartir el espacio con vehículos motorizados, sino que también evidencia la inexistencia de políticas que prioricen al peatón o fomenten modos de transporte sustentables y accesibles.
Según Michel Lussault, la movilidad no es solo un desplazamiento físico, sino un fenómeno profundamente social que define y estructura los territorios urbanos. En este sentido, la ausencia de transporte público en Carmelo no es únicamente una carencia técnica; es un reflejo de la falta de un proyecto urbano integrador. Las rutas nacionales, concebidas como vías para el tránsito vehicular, se convierten en espacios de uso cotidiano para los peatones, desdibujando la función original de estas infraestructuras y exponiendo la necesidad de una reconfiguración del espacio que contemple las necesidades humanas.
La construcción social del espacio: el caso de las veredas y el arbolado
Lussault plantea que los espacios urbanos son el resultado de prácticas sociales y decisiones políticas que los dotan de significado. En Carmelo, la falta de veredas en algunas áreas no es solo un problema de infraestructura; es una expresión de la desconexión entre los actores locales y la planificación urbana. Los habitantes que caminan por la calle no lo hacen por elección, sino porque las condiciones del entorno no ofrecen alternativas seguras.
El arbolado urbano, que en muchas ciudades cumple un rol esencial para mitigar el calor y mejorar la habitabilidad, también está ausente en Carmelo. La práctica de eliminar árboles, muchas veces por razones individuales o la ausencia de una política pública clara, ha resultado en una ciudad menos habitable, especialmente durante los meses de verano. Este fenómeno, que podría interpretarse como una transformación negativa del espacio público, refuerza la idea de Lussault sobre cómo las acciones individuales y colectivas moldean y redefinen el entorno urbano, muchas veces en detrimento de la calidad de vida.
Movilidad y espacio público: un llamado a la planificación
La falta de políticas públicas de movilidad en Carmelo no solo afecta la conectividad y la seguridad, sino que también limita el derecho al espacio urbano de sus habitantes. Desde una perspectiva teórica, Lussault sostiene que el espacio urbano debe ser un lugar de encuentro, accesibilidad y cohesión social. La ausencia de transporte público y la precariedad de las infraestructuras en Carmelo dificultan el cumplimiento de estos principios, perpetuando desigualdades y limitando las posibilidades de los ciudadanos para habitar y apropiarse de su entorno.
Para avanzar hacia un modelo urbano más inclusivo, sería fundamental que las autoridades locales incorporen la movilidad a la agenda política, desarrollando estrategias que prioricen a peatones y ciclistas, promuevan el transporte público y protejan el espacio público como un bien común. Esto implicaría no solo inversiones en infraestructura, sino también un cambio cultural que reconozca la importancia de planificar ciudades para las personas.
La realidad de Carmelo pone de manifiesto la necesidad de abordar las políticas de movilidad urbana y la gestión del espacio público desde una perspectiva integradora. A la luz de las ideas de Michel Lussault, se hace evidente que la ciudad no es solo un conjunto de infraestructuras, sino un espacio socialmente construido que debe responder a las necesidades humanas. En un momento en que las ciudades enfrentan desafíos crecientes, desde la sostenibilidad hasta la equidad, el caso de Carmelo resalta la importancia de repensar y rediseñar el espacio urbano para garantizar una mejor calidad de vida para todos sus habitantes.