El día decisivo: rutinas y rituales de los aspirantes al poder

Foto: El País.

Es domingo 24 de noviembre de 2024, el día que marcará el destino político del país. Los candidatos a la presidencia y vicepresidencia recorren esta jornada con una mezcla de rutina y simbolismo, cada uno cargando su propia historia, sus pequeños rituales, sus maneras de afrontar la espera.

Yamandú Orsi, el candidato del Frente Amplio, vive un fin de semana que mezcla lo familiar con lo trascendental. El sábado lo dedicó a celebrar el cumpleaños número doce de sus mellizos, en una escena de juegos y velas que seguramente quiso congelar en el tiempo. Pero no hay pausa: este domingo la agenda lo lleva, temprano, al comité de base Víctor Deri en Salinas, donde el apretón de manos y las miradas compartidas son un recordatorio de las bases que lo sostienen. A las 10.30 votará en la UTU de Las Piedras, el lugar donde espera que las urnas comiencen a hablar. Luego, un respiro breve en la compañía de su viejo amigo, Marcos Carámbula, antes de que la tarde lo devuelva a su hogar para un descanso estratégico. A las 18.30, el NH Columbia lo espera, ese hotel que se convertirá en el epicentro de las esperanzas y los temores cuando los resultados empiecen a fluir.

Álvaro Delgado, el representante del Partido Nacional, se desliza por esta jornada con un ritmo que parece calculado. Al mediodía, votará en el Club Banco República, en Pocitos, un barrio que guarda la memoria de tantas otras elecciones. Luego acompañará a su esposa a emitir su voto. Delgado no apura nada más. Su itinerario, deliberadamente vacío hasta el atardecer, lo llevará a la sede del Partido Nacional, donde la historia del partido y su porvenir inmediato se cruzarán en una espera cargada de tensión.

Carolina Cosse, la candidata a la vicepresidencia del Frente Amplio, comienza el día temprano. A las 9.45 ya habrá votado en el Colegio y Liceo Latinoamericano, acompañada por cámaras y reporteros en una rueda de prensa que promete frases medidas y calculadas. Pero Cosse tiene un plan distinto para el resto del día: reunirse con sus hijos para un asado familiar, un acto que parece simple pero que, en un contexto como este, se siente como un manifiesto de humanidad. Al anochecer, a la misma hora que Orsi, también llegará al NH Columbia para enfrentar el veredicto.

En el otro extremo, Valeria Ripoll, la candidata a la vicepresidencia por el Partido Nacional, pasa la mañana como si la política pudiera detenerse un instante para dejar que la vida respire. Cocina pollo al escabeche con puré para su familia extendida: hijos, marido, hermana, cuñado, madre y abuela. La escena, de una cotidianidad entrañable, contrasta con el peso del momento. Al mediodía acompaña a su hija mayor, Celeste, a votar a la vuelta de la esquina, antes de emitir su propio voto a las 14 horas en el Colegio y Liceo Atahualpa. Después, un descanso breve, y la inevitable cita en la sede del Partido Nacional al caer la tarde.

En sus recorridos, en sus pausas y elecciones personales, los candidatos dejan entrever algo más que política: un anhelo compartido por el contacto humano, por lo cotidiano, por ese vínculo inexplicable que existe entre la vida y el poder. Hoy, ellos también son ciudadanos esperando.

* Nota reconstruida e inspirada en una publicación del Semanario Búsqueda

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