La tranquilidad de la madrugada del 10 de diciembre en el kilómetro 16 de la ruta 54, en el departamento de Colonia, se quebró con un siniestro que dejó un saldo irreparable. La fatalidad se cobró la vida de un joven argentino de 24 años, en un episodio que vuelve a poner en el centro del debate la seguridad vial y la responsabilidad sobre el manejo de animales en rutas nacionales.
El siniestro
La alerta llegó a la Seccional Decimosexta, ubicada en la zona de Granja San José, a través de una llamada telefónica que reportó un accidente grave. Cuando las fuerzas de seguridad y emergencias llegaron al lugar, se encontraron con una escena impactante. Un Ford Fiesta, con matrícula extranjera, había colisionado con tres vacunos que se encontraban en plena vía. Tras el impacto inicial, el vehículo cambió de senda y terminó estrellándose violentamente contra un árbol al costado de la ruta.
En el interior del vehículo, los rescatistas encontraron a tres ocupantes, todos de nacionalidad argentina. Uno de ellos, atrapado entre los hierros retorcidos del automóvil, fue extraído con ayuda de personal de Bomberos y trasladado de urgencia a un centro asistencial junto con otro sobreviviente del choque. Sin embargo, el tercer ocupante no tuvo la misma suerte: el joven de iniciales L.S., de 24 años, falleció en el lugar debido a la gravedad del impacto.
La investigación
Funcionarios de Policía Científica trabajaron en el lugar durante horas, realizando un relevamiento exhaustivo de la escena. Según las primeras conclusiones, los tres vacunos habían escapado de un establecimiento rural cercano. Sin control alguno, los animales invadieron la carretera en plena oscuridad, convirtiéndose en un obstáculo mortal. La falta de medidas para contener al ganado se suma como factor determinante en este trágico episodio.
Un peligro recurrente
El siniestro deja al descubierto una problemática persistente en las rutas uruguayas: la presencia de animales sueltos y la ausencia de controles efectivos para evitar situaciones como esta. Los caminos rurales, en particular, enfrentan un riesgo constante debido a la cercanía de establecimientos ganaderos y la falta de cercos adecuados.
Este caso reaviva el reclamo de una legislación más estricta y sanciones ejemplares para quienes no tomen las precauciones necesarias. Cada año, accidentes similares se registran en diversas regiones del país, con consecuencias que van desde daños materiales hasta la pérdida de vidas humanas.
El impacto humano
Para los familiares y amigos de L.S., el joven que perdió la vida, no habrá consuelo posible. Su muerte es un recordatorio de cómo una cadena de negligencias puede derivar en una tragedia. Para los dos sobrevivientes, el trauma físico y emocional será un peso con el que cargarán durante años.
Mientras las autoridades avanzan en las investigaciones, el incidente plantea preguntas urgentes sobre la convivencia entre la vida rural y la seguridad en las rutas. Este no es un caso aislado, pero sí uno que debería encender las alarmas para evitar que vuelva a repetirse. Cada animal suelto en una carretera es un accidente esperando a ocurrir; cada vida perdida, una responsabilidad que no debería haber sido evadida.
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