El intendente de Salto, Andrés Lima, compartió en redes sociales una foto disfrutando panchos con su familia, mientras que la diputada Nibia Reisch publicó la imagen de una porción de pizza casera. Estos simples gestos cotidianos, al ser difundidos en plataformas digitales, trascienden lo personal y adquieren un significado en la construcción de identidad pública, evidenciando cómo las redes sociales redefinen las fronteras entre lo íntimo y lo político. De eso trata esta nota.
La publicación de imágenes y comentarios que muestran aspectos cotidianos de la vida íntima, como lo es comer un pancho en familia o mostrar una pizza casera, puede parecer inofensiva e incluso entrañable en un principio. Sin embargo, desde la perspectiva de pensadores como Éric Sadin y Franco «Bifo» Berardi, estas manifestaciones tienen implicancias culturales y sociales profundas, enraizadas en los cambios que las plataformas digitales han provocado en nuestro vínculo con la intimidad, la comunicación y la percepción de lo público.
La tiranía del individualismo y la exposición de lo íntimo
Éric Sadin, en su concepto del «individualismo tirano», analiza cómo las redes sociales han fomentado una cultura donde la validación externa y la visibilidad son centrales. Estas plataformas transforman lo cotidiano y privado en un producto que se ofrece al público, bajo el supuesto de una «autenticidad» que conecta emocionalmente con las audiencias. Cuando figuras públicas, como un intendente o una diputada, comparten estas escenas familiares o domésticas, construyen una narrativa de proximidad y sencillez que busca humanizarlos y acercarlos a sus seguidores.
Sin embargo, según Sadin, este acto de exposición no es inocente. Se inscribe en una lógica de consumo emocional donde el «yo» se presenta como un objeto moldeado para generar empatía, reducir la distancia entre el líder y el ciudadano, y, en última instancia, construir capital simbólico. Esta constante visibilización transforma la vida privada en un espectáculo, difuminando las fronteras entre lo íntimo y lo público.
La relación entre las cosas y sus productores
Franco «Bifo» Berardi ofrece una perspectiva complementaria al explorar cómo, en la era del capitalismo digital, los actos más simples —como comer una pizza casera— se convierten en señales de identidad y resistencia frente a un mundo cada vez más despersonalizado. La publicación de estos gestos cotidianos puede interpretarse como una forma de revalorizar las pequeñas cosas, de resistir la deshumanización impuesta por la tecnología y el mercado. Sin embargo, Berardi advierte que esta resistencia es también absorbida por el sistema, que convierte incluso los gestos más íntimos en mercancías emocionales que circulan y generan engagement.
La publicación de una pizza casera no es solo una muestra de un momento sencillo; es también un acto que refuerza una conexión con valores nostálgicos, familiares y comunitarios, buscando anclar a los líderes en un terreno de humanidad reconocible. Pero esta relación entre las cosas (la pizza, los panchos) y quienes las producen (el político o la figura pública) está mediada por un propósito: mantenerse relevantes en un ecosistema comunicacional saturado.
Hacia dónde vamos: comunicación, actores públicos y sociedad
El acto de compartir lo cotidiano en redes sociales, especialmente por parte de figuras públicas, plantea preguntas sobre la dirección en la que estamos avanzando como sociedad:
- Dilución de lo público y lo privado: Cada vez más, la vida íntima se convierte en una extensión de la identidad pública, reforzando la idea de que la autenticidad se mide en términos de exposición. Este fenómeno reconfigura la relación entre ciudadanía y líderes, donde el carisma digital puede llegar a pesar tanto como la acción política.
- La hiperconectividad emocional: Al apelar a lo cotidiano, los políticos buscan construir relaciones emocionales con sus audiencias, pero esto puede diluir el peso de los mensajes políticos y desviar la atención de problemas estructurales hacia narrativas individuales.
- Cultura de la simplificación: Como advierte Sadin, estamos inmersos en una cultura donde lo complejo se reduce a imágenes y comentarios breves, limitando la capacidad de reflexión crítica y fomentando un consumo rápido de contenidos.
- Riesgos para la autenticidad real: En un mundo donde todo gesto íntimo es susceptible de ser monetizado o instrumentalizado, la autenticidad se convierte en una ilusión, alimentada por algoritmos que priorizan lo que genera más interacción.
Moscato, pizza y fainá
Desde esta perspectiva, el gesto de mostrar una pizza casera o unos panchos en familia va más allá de lo que aparenta. Es un reflejo de cómo las redes sociales están moldeando nuestras expectativas de conexión y liderazgo. Como sociedad, nos enfrentamos al desafío de encontrar un equilibrio entre la cercanía emocional que estas prácticas generan y la necesidad de mantener una esfera pública que valore la profundidad, la reflexión y la acción colectiva.
La pregunta central que emerge es: ¿hasta qué punto la exposición constante de lo cotidiano fortalece o debilita nuestra capacidad para construir una ciudadanía crítica, capaz de evaluar a sus líderes más allá de las imágenes que comparten?
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