Por Diana Illa Cruz
Montevideo, 16 ene (EFE).- Con los colores del pabellón nacional y el Escudo de Armas del Estado bordado en el centro, la banda presidencial de Uruguay forma parte de cada investidura para acompañar a quien asume como nuevo gobernante.
Recién confeccionada, el 1 de marzo cada cinco años llega a manos del presidente saliente y rápidamente se transforma en un preciado objeto para quienes se convierten en jefes de Estado del país.
A menos de 50 días de que Yamandú Orsi sea investido como presidente de Uruguay para el período 2025-2030, Luján Soria se encuentra bordando la banda que portará el político del Frente Amplio, quien el último domingo de noviembre se impuso en la segunda vuelta de las elecciones.
Diez años y tres presidentes
Desde hace una década, Luján Soria es la encargada de confeccionar esta pieza emblemática, una tarea que mezcla la tradición histórica con el toque personal de quien proviene de una familia de modistas.
La bordadora explica en una entrevista con EFE que inició su relación con la banda presidencial en 2015, cuando fue recomendada por el hermano del exvicepresidente Raúl Sendic para reemplazar a la hermana Lourdes, una religiosa que había confeccionado anteriormente las bandas y dejó de hacerlo por problemas de vista.
«Al principio me costó tomar la decisión de aceptarlo, porque era un trabajo muy importante y me daba miedo. Pero después que me autorizaron a ver la banda anterior de Tabaré Vázquez me animé a hacerla», relata quien luego confeccionó también la banda del actual presidente, Luis Lacalle Pou.
Además, señala que la banda presidencial, más allá de ser una pieza de protocolo, es un emblema que representa el traspaso pacífico del poder en Uruguay.
«Es un honor para mí y mi familia; algo muy importante, porque la banda es un símbolo de la democracia», añade Soria, quien se alegra de que hayan vuelto a pensar en ella de cara a la asunción del nuevo presidente.
La banda de Orsi tendrá «más brillo»
Aunque todas deben tener una anchura de 10 cm e incluir el Escudo de Armas por protocolo, cada banda se hace a la medida de cada mandatario y tiene detalles únicos. La de Orsi no será la excepción.
«Siempre hago cambios en las puntadas y en los detalles técnicos para que cada banda sea diferente», explica Soria.
En esta ocasión, incorporará un nuevo hilo de color bronce y un hilo dorado, recién llegado desde Sevilla (España), lo que dará «más brillo».
El proceso -que puede llegar a demorar hasta un mes y medio- comienza con el bordado del escudo, la parte más compleja de la banda y que toma unos diez días.
Se trata de un óvalo dividido en cuatro cuarteles con una balanza, un cerro, un caballo y un buey que representan la justicia, la fuerza, la libertad y la abundancia.
El siguiente paso es la parte que va bordada sobre la cinta y luego añadir la moña, donde luego se colocan las borlas.
Mientras Soria sigue avanzando con este laborioso trabajo, se muestra segura de que esta tradición está lejos de perderse, pues está regulado por ley.
Una tradición centenaria y anecdótica
Además de ser un acto protocolario, la tradición de las bandas presidenciales ha dejado momentos marcados en la memoria colectiva de los uruguayos.
El 1 de marzo de 2005, Jorge Batlle se confundió al colocarle la banda presidencial a Tabaré Vázquez, quien tiempo después rememoró en una rueda de prensa lo ocurrido: «Recuerdo cuando me pasó la banda por primera vez y se confundió cómo la tenía que poner. La puso al revés».
También recordó lo que Batlle le dijo tras dicho episodio: «Espero que no se equivoque como me equivoco yo en este momento».
Julio María Sanguinetti, por su parte, utilizó la misma banda presidencial al asumir en 1985 y en 1995, cuando se convirtió en uno de los mandatarios que gobernó Uruguay en dos oportunidades.
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