Por Eduard Ribas i Admetlla
Washington, 20 ene (EFE).- «Volveremos de alguna forma», prometió Donald Trump a los pocos fieles que todavía lo respaldaban cuando hace cuatro años abandonaba Washington repudiado tras la derrota electoral y el asalto al Capitolio.
Protagonista ahora de uno de los renacimientos políticos más importantes de la historia y despojado de sus causas judiciales, el magnate inmobiliario reconvertido en político regresa este lunes a la Casa Blanca con la intención de sacudir el país con un plan de deportaciones masivas y su eterna promesa: «Hacer Estados Unidos grande otra vez».
Para unos, el republicano vuelve al poder para concluir una tarea que no le dejaron terminar en su primer mandato (2017-2021); para otros, lo hace sediento de venganza contra sus rivales políticos.
Lo que está claro es que llega reforzado: conoce mejor el funcionamiento del gobierno y tiene el respaldo del hombre más rico del planeta, Elon Musk, además de que los dueños de las grandes tecnológicas le han desplegado la alfombra roja.
Y todo esto a pesar de que Trump es el primer presidente convicto de la historia de Estados Unidos, al haber sido condenado por falsificar registros comerciales para comprar el silencio de la actriz porno Stormy Daniels en las elecciones de 2016.
Pero su clara victoria en las elecciones contra la vicepresidenta demócrata, Kamala Harris, lo liberó de acabar en la cárcel, igual que propició el cierre de las imputaciones por el asalto al Capitolio y por haberse llevado documentos clasificados de la Casa Blanca.
De hecho, los líos con la justicia centraron la tercera carrera presidencial del republicano, en la que se presentó como un perseguido político e hizo campaña con la foto de su ficha policial, que ahora inspira su nuevo retrato oficial como presidente.
Esa no fue su única instantánea icónica. Queda para la historia también la que le mostró con la oreja ensangrentada y el puño alzado tras haber sido alcanzado por una bala en un intento de asesinato en un mitin electoral.
«¡Luchemos!», el lema que improvisó segundos después de sobrevivir, lo acompañó hasta su segundo triunfo en las urnas.
A sus 78 años, Trump se convierte en la persona de mayor edad en ser investido como mandatario de Estados Unidos y es el único, además de Grover Cleveland, que atesora dos números de presidente por acumular dos mandatos no consecutivos: el 45 y el 47.
Nacido el 14 de junio de 1946 en Queens (Nueva York) de una familia descendiente de alemanes, Donald John Trump tomó el relevo de la inmobiliaria de su padre y construyó un imperio millonario pero rodeado de controversias por las deudas y la evasión de impuestos.
Su carrera política no podría explicarse sin la fama que adquirió gracias al mundo de la televisión, donde se convirtió en un personaje icónico con su inconfundible peinado rubio y el bronceado anaranjado.
Cuando en 2015 bajó las escaleras mecánicas doradas de la Torre Trump para anunciar su primera campaña por la nominación presidencial republicana pocos apostaron por él, pero se impuso en las primarias y venció a Hillary Clinton en las elecciones de 2016 con la promesa de construir un muro fronterizo.
El magnate neoyorquino supo conectar como pocos con la clase trabajadora blanca que se sentía víctima de la globalización y creó un movimiento político que ha influido en las derechas populistas de todo el mundo.
Desde el Despacho Oval, Trump abrazó el insulto y la confrontación como forma de gobernar, presidió el país a golpe de Twitter y puso patas arriba las relaciones con los socios tradicionales de Washington.
La cuestionable gestión de la pandemia de covid-19 y los disturbios raciales dinamitaron su reelección en los comicios de 2020, que meses antes parecía asegurada por el buen desempeño de la economía.
Perdió en 2020 contra Joe Biden aunque, fiel a su estilo, nunca admitió la derrota y denunció un falso fraude electoral, lo que instigó a miles de fanáticos trumpistas a asaltar el Congreso el 6 de enero de 2021.
Ahora vuelve a la Casa Blanca con un indulto bajo el brazo para los encausados por el intento de insurrección y con la tregua en Gaza como un primer éxito diplomático cosechado incluso antes de asumir el cargo.
Se muda a la mansión presidencial con Melania Trump, quien se convierte de nuevo en primera dama a pesar de que la pareja ha vivido separada en estos años de travesía por el desierto.
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