El exintendente de Colonia vuelve a la política con la franqueza que lo caracteriza. En una conversación distendida en los estudios de Radiolugares, reflexiona sobre el presente del Partido Nacional, las elecciones y los desafíos de la gestión departamental.
El estudio de Radiolugares tiene esa atmósfera cálida que solo los espacios radiales pueden ofrecer. Entre micrófonos y auriculares, Walter Zimmer se acomoda en su silla, con la serenidad de quien no tiene prisa pero sí mucho para decir. A su edad, el exintendente de Colonia sigue siendo un hombre de opiniones firmes y verbo sin rodeos. Hoy, sin ocupar cargos electivos, regresa al ruedo político para aportar su experiencia desde otra trinchera. «Vuelvo para ayudar desde el llano», dice, y en sus palabras no hay nostalgia, sino convicción.
En esta charla, Zimmer analiza el presente del Partido Nacional, critica la falta de figuras de peso en el directorio y se adentra en la realidad del departamento que gobernó por dos períodos.
—Durante su gestión como intendente fue un crítico frontal del Directorio del Partido Nacional. ¿Cómo ve su rol en esta coyuntura?
—Mi postura no ha cambiado. Fui crítico, soy crítico y seguiré siéndolo. El Directorio debería estar compuesto por figuras con trayectoria y peso dentro del partido, referentes de distintas corrientes que han marcado una línea a lo largo de los años. Sin embargo, lo que veo hoy es una integración que responde más a acuerdos sectoriales que a méritos propios. Hay nombres sin historia ni aval suficiente para estar en un órgano que se supone es el más representativo del partido.
Me pregunto: ¿representan a todo el Partido Nacional o solo a su sector? Esa es la clave. No es un tema de edades ni de juventud o veteranía, sino de trayectoria y conocimiento del partido. Lo que está ocurriendo es que el Directorio se ha convertido en un espacio de representación sectorial, perdiendo su función de guía y referencia.
—¿Y en términos de gestión? ¿Cómo evalúa su desempeño?
—Para mí, la gestión del Directorio ha sido intrascendente. No me siento representado por él, y como yo, muchos otros blancos. En las elecciones, la convención del Partido Nacional no tuvo un papel relevante en la conformación de la fórmula presidencial. Eso es un problema porque se tomaron decisiones entre unos pocos, sin el debate amplio que el partido necesita.
Lo que ocurrió en las últimas elecciones fue claro: en octubre, el Partido Nacional ganó, pero en noviembre recibió una paliza. Y esto responde, en parte, a que muchas decisiones se tomaron en cúpulas cerradas, sin consultar a la militancia.
—¿Está diciendo que la convención del Partido Nacional no tiene peso real?
—Así es. La convención debería ser el gran órgano de discusión y decisión, pero hoy no cumple ese rol. No fue la convención la que eligió la fórmula, fueron dos o tres personas, no más. Y ese tipo de decisiones, tomadas en pequeños grupos, terminan alejando al partido de su gente.
No estoy pidiendo que me consulten a mí en particular, no se trata de eso. Lo que digo es que no ha habido una autocrítica real. Se necesita un análisis profundo, honesto, y hasta ahora no lo veo. La militancia está esperando señales claras, mensajes que no llegan.
—¿Cree que esa falta de autocrítica puede afectar al partido en las elecciones municipales?
—Las elecciones departamentales son distintas. Ahí pesan más las figuras locales y la estructura de cada departamento. Pero claro, cuando el partido no da señales claras, cuando hay falta de liderazgo, eso también tiene un impacto.
En Colonia, por ejemplo, siempre se ha votado mucho a la persona más que a la estructura. Y en ese sentido, creo que Guillermo Rodríguez tiene un perfil interesante. Lo conozco desde hace años, trabajó junto a Moreira, conoce la administración pública y tiene esa mezcla de experiencia y renovación.
—Hablemos de Colonia. ¿Cuáles son los principales desafíos del departamento?
—El empleo es una de las preocupaciones centrales. Colonia siempre tuvo una economía fuerte basada en el turismo, la agroindustria y el comercio, pero hoy hay problemas. Hemos visto cierre de empresas, una retracción en el consumo, y eso preocupa.
Otro tema fundamental es la inversión en infraestructura. No se trata solo de hacer obras, sino de invertir en mejorar la calidad de vida de la gente. La Intendencia tiene que ser un motor de desarrollo, no solo una administradora de recursos.
—En este contexto, ¿cómo evalúa el gobierno de Luis Lacalle Pou?
—Luis hizo un gobierno presidencialista, con una gestión donde él marcó el rumbo. En términos generales, tuvo una alta aprobación, pero hubo una gran distancia entre su figura y la del equipo que lo acompañó. Y eso se notó.
Había ministros que no funcionaban, y él no dudó en hacer cambios. Pero el problema de fondo es que el partido, como estructura, no estuvo a la altura. No hubo una línea clara, una estrategia política sólida. Y eso pasó factura en las elecciones.
—¿Se siente parte del Partido Nacional hoy?
—Soy blanco, siempre lo seré. Pero también me defino como «orejano». No me siento representado por ninguno de los sectores actuales. Sigo votando al partido, pero con una visión crítica.
Hay que volver a las raíces del Partido Nacional, al concepto de ideas claras, de transparencia, de representación genuina. Y eso, lamentablemente, hoy está en crisis.
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El reloj avanza y la charla llega a su fin. Walter Zimmer se acomoda en su asiento, con la mirada firme y el tono sereno. Su regreso a la política, aunque sin candidaturas a la vista, es el de un hombre que no se resigna a la pasividad.
«Aportar desde el llano también es una forma de hacer política», dice, y en sus palabras queda claro que aún tiene mucho para decir.
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