«Con la sangre en el ojo, la historia de Raúl Torrieri» es el título de un artículo que hoy publica Referí, la sección deportiva de diario El Observador.
Se trata de una nota al ex remero carmelitano, quien cuenta detalles de los Juegos Olímpicos de Roma 1960 representando a Uruguay junto a sus compañeros Luis Aguiar y Gustavo Pérez.
La entrevista
Ya pasaron 56 años, pero para Raúl Torrieri parece que fue ayer. El bote de dos remos largos con timonel uruguayo fue a los Juegos Olímpicos de Roma 1960 a ganar una medalla. Y solo se les escapó porque ese deporte había sido revolucionado por un entrenador alemán sin que esas noticias llegaran antes a Sudamérica.
Torrieri tenía entonces 16 años y era el timonel del bote en el que remaban dos fenómenos: Luis Aguiar y Gustavo Pérez.
En los Juegos Panamericanos de Chicago 1959 le habían dado a Uruguay la primera medalla de oro de su historia en dicho evento. Por eso Aguiar, «un talento único, dueño de una potencia increíble que nunca más volví a ver», según palabras de Torrieri, fue el abanderado en Roma.
«A esos Juegos se los conoce como los primeros de la era moderna, porque las potencias europeas se levantaban de la guerra, creció ostensiblemente el número de atletas y aparecieron grandes estrellas», contó Torrieri a Referí en su casa de Carmelo, cuyo fondo da al Arroyo de las Vacas, donde se formaron los talentos de Aguiar y Pérez en un curso navegable de 12 kilómetros.
«Yo crecí frente a una plaza de deportes y desde chico sentí la competencia. Un día fueron a buscar un timonel a la plaza porque el de ellos, Ruben Pesce, ya se había pasado de peso. Me recomendó Homero Gabarrot, probé y me encantó», recordó.
Con 15 años, ganó el oro en Chicago contra Estados Unidos. «Estuvimos días sin poder entrenar hasta que un día fuimos temprano y le agarramos el bote a los estadounidenses. Cuando volvimos nos estaban esperando. Aguiar dijo: ‘Yo agarro al más grande, Gustavo al otro y vos al timonel’. Nos insultaron de arriba a abajo, pero como no les entendíamos no pasó a mayores».
Después, a la hora de competir, Uruguay les ganó el oro en su casa, la única dorada que se le escapó a la selección estadounidense de remo esos Panamericanos. Pero un año más tarde se reencontrarían en Roma…
«A esos Juegos fuimos con un barco suizo nuevito. Creíamos que teníamos una gran máquina, pero cuando llegamos a Roma nos topamos con otra realidad. Con los años, investigando en internet lo entendí todo», expresó Torrieri con una amargura que el tiempo no ha sabido borrar.
Los métodos de entrenamiento del remo habían sido revolucionados a fines de la década de 1950 por un profesor alemán de física, matemática y educación física llamado Karl Adam.
«El tipo cambió el diseño de las palas haciéndolas más anchas y cambió de lugar al timonel pasándolo a la proa. Con eso, los remeros lograban dar 36, 38, 40 remadas por minuto cuando nosotros dábamos 32, a lo sumo 34».
Uruguay tenía un entrenador alemán, Heiz Max Pfaude. Para los celestes: Enrique. «Había venido a Argentina en un viaje muy bohemio y después llegó a Carmelo. Sabía un montón, pero no estaba al tanto de todos esos cambios». Cuando los entrenadores alemanes se encontraron en Roma, se saludaron efusivamente y después de ver el primer entrenamiento de los uruguayos Adam le dijo a Pfaude: «En los 1.500 metros no les vamos a poder ganar, pero en los 500 finales los vamos a pasar».
Y fue así. En la serie, el bote uruguayo lideró la regata hasta los 1.200 metros cuando lo pasó Alemania, que ganó.
«Se corrió en el lago Albano donde al final de la cancha entraba un viento fuerte que daba contra la ladera del volcán extinto y se nos desarmó el bote, tanto que al final nos pasó Dinamarca, por nada (dos segundos). Eso nos llevó al repechaje contra Estados Unidos. Esa regata la íbamos ganando hasta faltando 100 metros, pero nos pasaron». Torrieri lo cuenta y lo revive. Pero no logra despojarse de esa tristeza.
Hicieron historia entre grandes
Aguiar a la izquierda, Torrieri de 16 años al medio y Gustavo Pérez (fallecido en 2013 en un accidente de tránsito) a la derecha. Los primeros medallistas de oro uruguayos en Juegos Panamericanos, recibidos como héroes en Carmelo en 1959. Ahí muestran sus remos, los Macom que se usaban hasta que Karl Adam inventó un nuevo modelo, más ancho y corto, que se conoció como pala tipo hacha.
Findlay, el crack de EEUU
El bote de Estados Unidos al que Uruguay le ganó en Chicago y con el que perdió por seis segundos tras liderar 1.900 metros de los 2.000 m de la regata del repechaje olímpico había sido oro en Melbourne 1956, fue bronce en Roma y volvió a ser oro en Tokio 1964. Conn Findlay, dueño de todas esas medallas y de un bronce en la clase tempest de yachting en Montreal 1976, escribió sobre la regata ganada a los uruguayos: «Fue la experiencia más emocionante y terrorífica que haya vivido».
Campeones
Además de ganar el oro panamericano en Chicago, el trío de remeros ganó el título Sudamericano de 1960, disputado en Melilla. «También ganamos una regata internacional en Tigre y varios títulos nacionales antes de competir en Roma. Los Juegos fueron un trago tan amargo que al volver Aguiar dejó el remo. Tenía apenas 20 años», dijo Torrieri. «Aguiar tenía una potencia como nunca más vi en Uruguay y Gustavo tenía una técnica sensacional», recordó.