Por Elio García |
Todos los 25 de Agosto la ciudad de Carmelo es transitada por la caballería gaucha. La ciudad no se reconocería como tal si cada año, en ese día de la Independencia Nacional, la sociedad no se tomara el trabajo de representar por unas horas, un relato como matriz interpretativa y explicativa de la relación que la comarca tiene con su historia pero fundamentalmente con esas ‘cercanías’ del hombre de campo.
El desfile de cada 25 de Agosto reafirma una identidad como pueblo, articula el pasado que alimenta la figura gauchesca a su modo. Se percibe el orgullo en esa multitud que cuida detalles en la vestimenta, en el porte, en la actitud, en la presentación del equino y obviamente promueve un modo de ver y verse. Así nos reconocemos.
Mientras los vecinos salen a presenciar el desfile, en forma invisible se tejen facetas, aspectos, adjetivaciones y valoraciones que le dan un sentido al desfile.
Muy pocas veces hablamos del orgullo y muchas veces lo identificamos -equivocadamente- desde una valoración negativa. La construcción del orgullo es necesaria en una sociedad que tenga interés de crecimiento en todas las áreas.
Nadie se hace preguntas fundacionales a la hora de salir a desfilar, es un sentimiento heredado muchas veces a través de la construcción de las tradiciones.
La manifestación del desfile de caballería gaucha en Carmelo invita a la reflexión sobre pasado e identidad. Hombres, mujeres y niños articulan a su modo la construcción identitaria, con un rico valor cultural y de vecindad. Muchos jinetes hablan con el público y éste con ellos, mientras van transitando por 19 de abril al norte; el saludo siempre está presente y la sonrisa cómplice de reconocernos.
Allí se enfatiza entonces ese relacionamiento donde se legitima las tradiciones. Por eso son importantes, porque son representaciones públicas que acercan el sentido de pertenencia a un lugar.
Y es por eso que mucha gente se emociona al ver el desfile transitar por nuestras calles.