Por Elio García |
Lo del título, una frase de Juan Domingo Perón en un discurso realizado en 1953 donde visualizaba el año 2000, viene como anillo al dedo para hablar sobre algunas pocas cosas que he visto entorno al tema del Aeropuerto de Zagarzazú y su posible pérdida de categoría.
El tema no es el aeropuerto. Ni siquiera su análisis sobre cómo repercutirá tal decisión en la economía local. Menos aún hablar sobre temas técnicos que muchos desconocemos. O caer en lugares comunes donde habita la ignorancia, el prejuicio y hasta la envidia.
Sobre este asunto se puede hablar desde el sentido común. Allí uno percibe claramente varios aspectos llamativos. En primer lugar a nuestros representantes políticos cada uno desde su trinchera, solicitando entrevistas con las mismas personas que otros representantes también políticos ya habían estado hablando. En ningún momento se percibió unidad de acción a nivel político. Una mirada estratégica actuando en conjunto frente a un tema importante. Cada uno hizo la suya.
En segundo lugar quienes algo podrían haber realizado tuvieron años para interpretar un problema de larga data que tarde o temprano llamaría a la puerta. Nada se hizo.
En tercer lugar: la realidad. Creo honestamente que atravesamos una crisis de identidad. Nada parece importar y cuando se habla muchas veces se percibe gratuidad en los conceptos. O miradas ideológicas que construyen demonios inexistentes.
Tal vez el verdadero problema quizás es la falta de diálogo, tiempo, tolerancia y visión que nos embarga sobre nuestros destinos y lugares más próximos.
Vivimos el Bicentenario de Carmelo casi sin debates sobre nuestro presente y futuro. Nos cuesta interpretar nuestra responsabilidad histórica y hay una facilidad enorme en depositar las culpas en los otros o encargarnos de ponerle nombre y apellido a toda obra pública.
Una ciudad y una sociedad es un proceso constante e inacabado de cosas por hacer. Parecería que no hay muchas ganas de procesar esos esfuerzos. Nada nos motiva y pocas cosas nos enfurecen en el buen sentido de esta palabra, que es sentir dolor por la cosa pública que nos representa.
Por eso el tema de todo este problema no es el Aeropuerto de Zagarzazú y su posible pérdida de categoría internacional. El asunto es atravesar esa frontera del compromiso y participar como vecinos de los problemas generales de la comunidad.
Muchos ven en el tema del aeropuerto intereses particulares. Otros un gran retroceso que cambiará la realidad económica de la zona.
Pocos parecen estar dispuestos a interpretar la realidad. A decir las cosas por su nombre. Las construcciones imaginadas, el orgullo carmelitano, el legado histórico se representa en las diarias tareas. En la configuración que le damos sentido a nuestras vidas en lo cotidiano. Si no hay miradas en plural, el individualismo o el llamado al protagonismo dejará solamente eso que se siente hoy: nada.
Creo que para volar alto nos falta altura en las circunstancias.