por Carlos Fariello /
Lo del domingo pasado pasó por encima de todo, ni que decir de las encuestas que fallaron al unísono pronosticando lo que no fue.
Algunos kayeron con K de Kirchner o de Kristina.
Muchos no hubieran kerido esto pero la realidad manda, pero no manda decir, nada y vota.
¿Ke pasó?
Los analistas ahora mismo están ensayando modelos alternativos para el análisis de lo improbable pero tienen que decirle a la opinión pública algo, darle algunas pistas.
El kambio no resistió el embate de una renovada necesidad de cambios y la mitad del país les pagó con lo que tienen a mano, lo más limpio e inapelable que es el voto.
Los cambios muchas veces requieren procesos que se apoyan en la crisis de un estado de cosas que, visto desde la orilla de enfrente, no quisiéramos para nuestra realidad.
No somos iguales, nadie es igual a nadie y esto sí que es una cuestión de ADN. No somos iguales porque por procesos diferentes estamos donde estamos, todo esto dicho con la altura y respeto necesarios para abordar un análisis rápido de la situación vivida ayer por la sociedad entera del país vecino.
Ahora un tiempo para reflexionar para los que perdieron terreno y para los que lograron crecer, para los que quieren cambiar y para los que quisieron cambiarlo todo sin detenerse a pensar que, muchas veces el poder se va de las manos y pasa por encima de los hombre y mujeres necesitados de la esperanza de que cada día sea mejor que el anterior, para trascender y para merecer de una vez y para siempre el respeto.
No se puede ahondar más en un modelo que aunque bien inspirado en su matriz quizás, se fue desgastando y al mismo tiempo, envileciendo.
Pero, las cuentas las salda la historia, y los hechos, los de todos los días, hasta los más domésticos son sus hijos. Ahora la historia se levanta para seguir andando.
(*) Carlos Fariello es profesor y escritor. Estudió Tecnología Educativa en IPA, CLAEH y USAL.