«El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse.»
Ryszard Kapuściński
Hay una frase muy conocida y utilizada desde siempre cuando el oscurantismo invade un hecho, un lugar, una situación un problema, se dice «el pueblo quiere saber la verdad.»
Cierto es que la verdad siempre ha sido una meta muy difícil de alcanzar, como también de ocultar algo por mucho tiempo. «La verdad siempre aflora», señalan algunos pensadores.
Creo que la verdad es una construcción colectiva, incluso muchas veces es necesaria la presencia de la mentira para descubrir «la verdad de la milanesa».
«La verdad sale a luz», es otro de los dichos populares, por eso los que viven en tinieblas, los seres oscuros, donde no hay claridad son representados en los ojos de los murciélagos que no soportan esa luminosidad propia del sentido de ver y vernos.
Por eso se molestan los que trabajan en la oscuridad cuando le ponemos luz a un tema. Y esa es la tarea periodística, poner luz donde hay sombras y seres oscuros. Presentar en sociedad lo que se oculta o se intenta falsificar. El fin de toda especulación es la verdad.
Ahora bien ¿la gente quiere conocer la verdad?, ¿el público nos pide que presentemos los hechos verdaderos?. Tengo mis dudas.
Hoy muchos quieren escuchar lo que piensan y quieren ver o leer solamente con la condición que reafirme sus creencias.
Cada vez más la gente pide a gritos que no le digamos la verdad.
Por eso insultan en las redes sociales. Acosan. Intentan por todas las formas y bajo cualquier escenario posible bajar a la verdad de escena. Desmantelarla y arrasar con todo.
Hoy incluso asistimos a la llamada era de la posverdad en donde se falsifica la verdad dándole una importancia relativa a las pruebas, donde las apariencias pueden ser consideradas de más peso que la propia realidad. La apelación a las emociones, y el acento en que creer es más importante que las pruebas de algo, «el que algo aparente ser verdad es más importante que la propia verdad».
En síntesis una gran cantidad de gente no está pidiendo conocer la verdad, sino reafirmar sus valores, simpatías y convicciones políticas y sociales consumiendo su propia tinta.
Entonces la palabra no tiene valor y los hechos contundentes son puestos en duda, a pesar que alguien mienta descaradamente, y se contradiga en lo que dijo ayer con lo que dice hoy.
Lo cierto es que mucha gente no quiere conocer la verdad y lo que es peor no le interesa saberlo.
Elio García Clavijo