“No hay hechos, sólo hay interpretaciones.” F. Nietzche.
La evolución de la economía uruguaya este año que termina, se parece a la filosofía de aquella letra de tango: “todo depende del cristal con que se la mire”.
Por un lado, los grandes números, que son auspiciosos, o al menos, mejores que los que se esperaban al proyectar el 2017. Veamos. El PBI, es decir, el valor de todos los bienes y servicios que produce un país, indica que Uruguay habrá aumentado entre 2.5 – 3 % (aún no están los datos del último trimestre Octubre-Diciembre), comparado con 2016.
Completando así un período de 14 años de crecimiento ininterrumpido –el ciclo más largo en la historia nacional- aunque a menor ritmo desde 2014 que la década anterior, donde hubo tasas de + 5 y 6 %.
El otro termómetro de la actividad general, las exportaciones, también registra un crecimiento del 12 % con respecto al año pasado, lo que es mucho decir, pues se viene de cifras altas.
La otra buena noticia para los bolsillos (y especialmente para asalariados y jubilados), es que se contuvo la inflación dentro del “rango-meta” que quería el Gobierno: 2017 cerrará en un 6,2 % (el rango era entre el 3 y el 7 %), guarismo bastante menor que en 2016.
La recaudación de la D.G.I., fruto de la formalización de miles de empresarios que trabajaban en negro, pero también del aumento de la carga impositiva, aumentó en torno al 20 %.
Otro indicador del nivel de actividad e ingresos -de los sectores más dinámicos de la economía- como la venta de automóviles O.K., registró una suba del 11% en el tercer trimestre, revirtiendo cifras negativas en el primer semestre del 2017 (y de 2015-2016).
Sin embargo, cuando acercamos la lupa, vemos que hay sectores como la industria manufacturera, metalúrgica y de la construcción (esta última de gran poder de multiplicación), han sufrido importantes caídas en el nivel de actividad y empleo.
En nuestro departamento, esto ha sido notorio con el cierre de importantes industrias como Ecolat, Pressur, Los Rumbos (N. Helvecia-Valdense), F.N.P. y Agolán (J. Lacaze) que significaban cientos de puestos directos. En todo el país, se calcula que se han perdido más de 40.000 empleos formales desde 2015.
En octubre, el Índice de Desocupación era de un 7,8 % de la PEA, unos 152.000 trabajadores que buscan pero no encuentran empleo. El BPS pagaba entonces 39.000 subsidios (seguro de paro).
Si consideramos el nivel de los salarios, el panorama es disímil: hay sectores que han mejorado sus ingresos reales mientras otros los han mantenido apenas por sobre el IPC.
Casi la mitad de los asalariados del país (unos 800.000) ganan menos de $ 20.000 mensuales, y unos 500.000 cobran el Salario Mínimo ($ 11.000 nominales).
El 70 % de los jubilados cobra entre 10.000 y 20.000 pesos, y unos 80.000 pasivos (pensionistas sobre todo), no llegan a 10.000 mensuales.
En setiembre, la “canasta Búsqueda” para una familia de 3,3 integrantes era de $ 62.000.
Daniel Abelenda