Los cumpleaños son para festejarlos, y más cuando son de ciudades. Y ese día nos movemos así con dulzura, cuidadosamente velando por el inquieto. Porque esta ciudad fue construida por gente profundamente inquieta y sensible.
Todo este rompecabezas de calles, casas, plazas, nombres, naturaleza y hormigón se difumina en el cercano aroma a azahar que permanece. Porque una ciudad tiene todo y también su propio olor. Si debemos definirlo con el olfato claramente lo haríamos con olor a tilo.
En esta fecha donde es de orden recordar a su fundador, José Gervasio Artigas también aparecen nombres cercanos en el tiempo, se abren ventanas en la memoria y vemos la trayectoria de gente que le puso amor a las cosas. Muchos de ellos caminan incluso hoy por nuestras calles.
En esta fecha del cumpleaños de Carmelo queremos huir de las celebraciones comerciales del amor, para celebrar el amor a esta ciudad a lo grande, a borbotones, a disparos de flechas y copas de vinos.
Huimos de la mediocridad y de los clichés, de los temas trillados, nos saludamos y reconciliamos con esa vieja costumbre de alegrarse por vivir en este espacio que es nuestro lugar en el mundo.
Y entonces volvemos la mirada a las cosas que nos unen, nos mezclamos en las letras y el vaho. No hay pausas, olvidamos las comas y los puntos y nos lanzamos a la aventura de seguir construyendo -desde cada lugar- una ciudad amorosa.
El amor es una prenda que el dinero no puede comprar.
Feliz cumpleaños Carmelo.