Por Elio García
«Cuando la furia y el frenesí se apagan, el humo se va y la culpa queda. Claro que la opinión pública no siempre es lúcida, no siempre es lo suficientemente serena como para extraer conclusiones sabias y prudentes, y a veces cuando el humo se disipa, ya está dedicando toda su atención a otro asunto,» escribía Mario Benedetti en 1960.
La actualidad de sus palabras nos hace meditar por la vigencia política al releerlas en febrero de 2018.
Benedetti escribía hace cincuenta y ocho años que «el planteo de los problemas nacionales hace ya tiempo que pasó de moda. Cuanto más se afirma que se está pensando en el bien del país, más se está pensando en el bolsillo propio o, cuando menos, en el encumbramiento personal.»
Todo esto aparece publicado en el libro «El país de la cola de paja» de Mario Benedetti, en la página 17, editado por Arca en su novena edición en 1973, libro de consulta que uno tiene para momentos como estos…
«Siempre la hipocresía. A veces nos embanderamos y creemos que los hipócritas están de un solo lado. Pero no hay que engañarse. La sinceridad o insinceridad poco tienen que ver en nuestro país con la posición ideológica de los partidos», sentenciaba uno de los escritores uruguayos más reconocidos en el mundo.
Tal vez un militante de izquierdas siempre esperó de su líder que un día y en un acto revolucionario publicara las listas de los grandes deudores, de los millonarios o especuladores, de los «dueños del país», como se suele decir en algunos lugares y no como vimos ahora: el de ensañarse con un pobre «ilegal» para el sistema que tuvo la mala idea de enfrentar al Presidente en la calle y con las cámaras de televisión encendidas.
Muchos simpatizantes, pienso yo, se sentirían orgullosos de ver a su compañero presidente discutiendo apasionadamente en soledad rodeado de banqueros, estancieros, o inversores extranjeros que vienen a especular.
No, lo que vimos fue al Presidente discutir con otro tipo de gente y luego utilizar las herramientas públicas para defenestrar a por lo menos uno de los manifestantes, publicando su situación social y económica.
¿Eso interpreta una actitud progresista? Honestamente creo que no.
Pero entonces, el alboroto es tan grande que gente considerada sensata, publica descaradamente barbaridades gratuitas, algunos hablan de movimientos «golpistas», otros descalifican con agravios e insultos, incluso a la figura presidencial que nos representa a todos los uruguayos.
Y hay curiosidades, el griterío no tiene nombre, la oposición política aparece ciega, sorda y muda.
Es que ningún analista político lo dice y todos lo saben, detrás de la figura del Dr. Tabaré Vázquez no hay nadie que pueda, con herramientas democráticas, opacar su figura.
No existe candidato opositor, peor aún hoy, no hay programa alternativo de gobierno al que tenemos hoy. No hay liderazgos y tampoco seguidores.
Lo que si existe es descontento y desencanto de una cantidad importante de uruguayos a la clase política en general.
En las redes sociales, el agravio y la falta de propuestas campean por lo ancho y largo del país. Pero no existe debate de ideas para contraponer soluciones, para mejorar los destinos del país. No hay pensamiento. No existe la crítica filosófica de las ideas. No hay escritores y tampoco lectores dispuestos a responder los problemas del mundo de hoy. Lo que hay es ruido y falta de respeto.
Vean, para encontrarnos con gente pensante tuvimos que recurrir, como fue el disparador de esta nota, a un artículo de crítica publicado en 1960, en un país distinto pero con una vigencia escalofriante.
El pensamiento único no hace bien a una sociedad. De la diversidad de ideas nace una sociedad más tolerante y democrática. La verdad es un intangible que puede estar en todos lados y también en ninguno. Debemos cuidar el sistema republicano y la democracia. Murieron uruguayos por defender este sistema, no podemos ser tan livianos en alimentar el odio y el desprecio entre ciudadanos.
Decía Mario Benedetti » el mal está siempre en la raíz de los conflictos, en el consciente olvido de que el buen ejemplo es por lo general más convincente que la policía.»