Por Elio García /
Esta semana el Instituto de Formación Docente de Carmelo reconoció en un acto público a quienes hicieron posible la formación de este centro docente.
Durante muchos años, casi veinte, un grupo de maestros y profesores trabajaron en forma desinteresada y solidaria, día a día, en silencio, construyendo educación a nivel local, formando generaciones de maestros sin recibir un peso de salario.
Lo hicieron por compromiso, responsabilidad y amor a la profesión en forma honoraria.
El desapego a lo material y la construcción de los intangibles en valores marcaron a esa generación. Cuando descubrimos estas historias de vida caemos indefectiblemente en las comparaciones -con el mundo de hoy- y nos preguntamos:
¿qué nos pasó como sociedad?,
¿qué perdimos en el camino?,
¿dónde está el compromiso hoy?.
Tenemos acceso a nuevas tecnologías, hay estudios cuantitativos y cualitativos sobre educación, podemos realizar posgrados en prestigiosas universidades en cualquier lugar del mundo, miramos modelos de otras sociedades que son el paradigma de la excelencia educativa e intentamos compararnos.
Sin embargo, estas personas que el Instituto de Formación Docente de Carmelo homenajeó nos muestran otro camino que de tan cercano a veces se vuelve invisible.
Miremos a la gente nuestra. Tal vez en cada historia de vida de ellos están las respuestas para el hoy. Uno siente orgullo por la educación pública cuando estas historias son contadas por sus propios actores y comprueba que estas experiencias sucedieron en este lugar.
Entonces uno descubre con alegría que Finlandia está muy lejos.