Paula Garda*| Email: [email protected]| Twitter: @paulagarda
La semana pasada la OCDE publicó uno de sus reportes bianuales más importantes: Perspectivas Económicas de la OCDE. El reporte trae buenas noticias desde la economía global, con un pronóstico de crecimiento de casi 4% en los próximos años. Y las buenas noticias vienen también desde la región. En las principales economías latinoamericanas, la recuperación está echando raíces. (Cuadro). La OCDE espera que el crecimiento en seis países de América Latina, que cubren alrededor del 85% del PIB de la región (tres países miembros Chile, México y ahora Colombia!, en vías de acceso Costa Rica, y Argentina y Brasil como asociados clave), se sitúe en torno al 2.8% (promedio ponderado) este y el próximo año.
La recuperación en la región se profundiza
Crecimiento del PIB real, % variación anual
Fuente: OECD base de datos de Perspectivas Económicas 103.
Estas buenas noticias en el ámbito internacional y regional traen aparejado pronósticos para la economía uruguaya de crecimiento de alrededor de 3% para este y el próximo año, según las proyecciones de CINVE, lo cual es una muy buena noticia.
Si bien las perspectivas a corto plazo siguen siendo favorables, importantes riesgos acechan en el horizonte al panorama internacional y regional, y por lo tanto a la economía uruguaya. El primer riesgo, se encuentra en la normalización de la política monetaria en las economías avanzadas y la consiguiente subida de las tasas de interés. En principio, esta subida de tasas de interés se ha anticipado ampliamente y, por lo tanto, no debería causar ninguna perturbación importante. Sin embargo, si la inflación (en EE.UU., por ejemplo) aumenta más de lo previsto y los bancos centrales se ven obligados a subir las tasas de interés a un ritmo más rápido, es probable que la confianza del mercado cambie bruscamente, dando lugar a una repentina corrección de los precios de los activos y fuga, o menor entrada, de capitales. A su vez, esto puede provocar una depreciación significativa de las monedas en la región y volatilidad, sobre todo en las economías que dependen en gran medida de la financiación externa y se enfrentan a desequilibrios internos o externos. En este sentido, Argentina ya fue duramente golpeada con una corrida del peso, debido al cambio de confianza de los mercados.
Otro riesgo importante en el horizonte es una escalada de las tensiones comerciales que podría disminuir el crecimiento global. Si bien algunos analistas creen que en el corto plazo algunos países podrían beneficiarse, a largo plazo el efecto es netamente negativo para todos. Ésto se debe al incremento del precio de los productos comercializados y a que las tensiones comerciales no quedarían limitadas a los países rivales (en este caso, EE.UU. y China), si no que podrían escalar a terceros.
El famoso Brexit y la incertidumbre política en Italia podrían añadir presiones a la expansión en Europa, y por consiguiente al crecimiento global. Las preocupaciones geopolíticas han contribuido a la escalada de precios del petróleo y podrían suponer un repunte más rápido de la inflación y desequilibrios en la cuenta corriente en varios países de la región. Y Uruguay no está exento.
Si bien Uruguay tiene una fuerte posición de reservas y un perfil de endeudamiento adecuado, lo cual constituyen fortalezas importantes para enfrentar este contexto de mayor incertidumbre, todos los riesgos citados podrían afectar a la baja el crecimiento económico de corto plazo. Adicionalmente, se vuelve prioritaria una consolidación fiscal creíble con el cumplimiento de las metas de déficit para 2018 y 2019, de forma de evitar un cambio en la perspectiva de la deuda y limitar el alza en su costo de financiamiento.
Para el 2019, se prevé un crecimiento algo por encima del 3% para Uruguay, aún insuficiente para lograr la consolidación de un crecimiento robusto e inclusivo. Las políticas fiscal y monetaria no pueden ser expansivas, debido a que deben mantener la inflación y las cuentas públicas bajo control. Se vuelven, por tanto, imperantes las reformas estructurales. Al final del día, son las reformas estructurales las determinantes del crecimiento de largo plazo y de procurar que los beneficios del crecimiento lleguen a toda la población. Éstas impulsarían el crecimiento potencial, y podrían ayudar al país a navegar en escenarios más negativos, como los descritos más arriba, fortaleciendo y haciendo más resiliente la economía.
Una prioridad debería ser la educación y la formación continua. Se debe abordar una mayor equidad en el acceso y calidad de la educación a nivel inicial y secundario. Se debe disminuir la alta brecha de competencias demandadas y disponibles, con mayor participación del sector privado en la enseñanza técnica, mejorando su calidad y adaptándola a las necesidades del mercado de trabajo del futuro. Desarrollar programas duales (o de aprendices, que combinen formación teórica con formación en el trabajo) en la educación formal, pero también para los desempleados e inactivos, ha sido una práctica exitosa en muchos países OCDE. Desarrollar programas de reconversión laboral permitiría que los trabajadores se puedan adaptar al avance tecnológico. Fomentar la oferta universal de cuidado infantil de calidad sobre todo en contextos más desfavorecidos, tendría un beneficio doble: alentar la participación de la mujer en la fuerza laboral y brindar a los niños las mejores oportunidades aumentando la movilidad social.
Mano de obra altamente cualificada es requisito para ayudar al país a integrarse en el mercado mundial, a través del comercio y las cadenas de valor, otra prioridad en la que Uruguay debería enfocarse. Una mayor integración regional e internacional, así como fomentar la innovación, podrían ayudar a diversificar la canasta exportadora e impulsar la productividad. Cerrar las brechas en la calidad de la infraestructura y la inversión en infraestructura digital ayudarían a aumentar la inversión. Las reformas para impulsar la competencia, reducir la burocracia y alinear la gobernanza corporativa con los estándares ocde son también fundamentales para hacer que la economía uruguaya sea más dinámica, más incluyente y más emprendedora.
*Paula Garda es Doctora en Economía por la Universidad Pompeu Fabra, Barcelona. Economista en la Sección Chile/Colombia del Departamento de Economía de la OCDE e investigadora asociada de CINVE. Las opiniones son de mi responsabilidad y no representan necesariamente el punto de vista de la OCDE.
- Publicado con autorización del Blog Suma
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