Siempre se sienta en uno de los banquillos y espera a que aparezcan sus hombres, muchos de ellos muy jóvenes, como Rodrigo Bentancur, Lucas Torreira o Nahitan Nandez, varios de sus cachorros con los que quiere iniciar la renovación de su selección y que le veneran como a un sabio maestro.
La admiración y el respeto que genera Tabárez entre sus jugadores es infinita. También entre su cuerpo técnico, que está a muerte con un hombre que en el Mundial de Rusia se quedará a un pequeño paso de convertirse en el abuelo de las Copas del Mundo.
Sólo un técnico en la historia del torneo ha dirigido un partido con más edad que Óscar Tabárez. Es Otto Rehhagel, que por muy poco no permitirá ser al seleccionador de Uruguay convertirse en el entrenador más veterano en sentarse en un banquillo durante un Mundial.
El alemán dirigió a Grecia en Sudáfrica 2010 con 71 años, 10 meses y cuatro días. Tabárez, cuando se sentó en el banquillo en el partido que Uruguay ganó 0-1 a Egipto, sumó 71 años, 3 meses y 13 días.
En ese encuentro, superó a otros seleccionadores como el italiano Cesare Maldini y el francés Gaston Barreau, que alcanzaron las 70 primaveras durante los Mundiales de Corea y Japón 2002 y Suiza 1954, respectivamente. Sólo dos hombres han superado la barrera de los 70 años y Tabárez es uno de ellos.
La historia de Tabárez con Uruguay se remonta al Mundial de Italia 1990, cuando estaba al frente del combinado charrúa en el que jugaban nombres como Enzo Francescoli o Rubén Sosa. No pudieron pasar de octavos de final tras ser eliminados por Italia.
Antes, en 1989, condujo a Uruguay hacia un subcampeonato en la Copa América de Brasil que perdió en la final precisamente ante el anfitrión. Esa competición la acabaría ganando en 2011, cuando doblegó en la final a Paraguay.
Pero entre medias, su historia con el combinado de su país se vio interrumpida después del Mundial de Italia para volver a aparecer en 2006. Nunca más dejaría el cargo y ya suma más de una década en la que su selección acabó en un grandísimo cuarto puesto en Sudáfrica 2010 y llegó hasta los octavos de final en Brasil 2014.
En todo este tiempo ha forjado una relación especial con todos sus jugadores. Tabárez es más que un entrenador. A los actuales, los conoce desde que eran unos chavales. En 2006 se propuso crear una estructura potente desde las bases y ha ido viendo la evolución de una generación que ya está con él.
El centro del campo que alineó contra Egipto es el fruto de una idea. Giorgian De Arrascaeta, Matías Vecino, Rodrigo Bentancur y Nahitan Nandez aportaban una media de menos de 23 años en la medular. Para él, es un orgullo tener a jugadores que siendo adolescentes veían por la televisión nerviosos el Mundial de Sudáfrica y que ahora forman parte de su grupo de confianza.
«Cuando sale un jugador en Uruguay, salen veinte en Brasil. Es un periodo largo de tiempo y ahora me encontré con la sorpresa de que Uruguay, cuando fue campeona de América, Federico Valverde tenía once años. Ahora está con la selección nacional. Eso nos satisface», dijo antes de estrenarse contra Egipto.
Tabárez no es sólo el segundo abuelo de los Mundiales. Prácticamente es un padre para sus jugadores. Sus discursos ante ellos y frente a los medios de comunicación son un lujo. Se nota que antes de entrenador fue maestro (en los años 70 enseñó en las escuelas del Cerro, Paso de la Arena y La Teja). De ahí su apodo.
El Maestro sienta cátedra con humildad y con más de 71 años y menos agilidad por culpa de una neuropatía crónica, es capaz de emocionar a todo un país.
Cuando José María Giménez marcó el gol de la victoria a Egipto, se olvidó de su muleta, dio un pequeño salto y gritó «¡Gooooool, Uruguay nomá!». Por un momento, dejó de ser el segundo abuelo de la historia de los Mundiales para convertirse en un chiquilín que sueña con hacer algo grande al frente de su selección. EFE