Nizhny Novgorod (Rusia) (EFE).- Bajo el sol de justicia que cae sobre el campo de entrenamiento de Uruguay en Nizhny Novgorod, un tatuaje brilla en el gemelo derecho de Giorgian De Arrascaeta, un futbolista apasionado por un deporte de tradición familiar que no olvida y que luce con orgullo: las carreras de caballos.
La tinta que cubre los surcos de la piel del jugador charrúa dibuja la figura de un jockey con cara de velocidad sobre un caballo, Kemei, destinado a la victoria. No es una fotografía cualquiera. Para De Arrascaeta, esa imagen representa cuáles son unos orígenes que no olvida.
Ese nombre, Kemei, es el de su caballo. El futbolista del Cruzeiro brasileño tiene uno de carreras que sabe ganar. En 2016, por ejemplo, se alzó con el Hándicap Especial Mercosur en Maroñas (hipódromo de gran tradición en el nordeste de Montevideo). Ese gen viene de familia. Su tío y su primo, son jockeys. Pero también su padre, que puso a su hijo el nombre de un caballo.
«No tengo ni idea de dónde viene mi nombre, pero mi padre me puso Giorgian porque cuando él corría, su caballo se llamaba así y no perdía nunca», aseguró en 2013.
La familia De Arrascaeta procede de una pequeña localidad del oeste de Uruguay llamada Nuevo Berlín y que cuenta con casi 2.500 habitantes. Teniendo en cuenta que el país tiene una población de algo más de tres millones, la proporción es equilibrada.
Con muy pocos, Uruguay ha sido capaz de generar grandes futbolistas capaces de ganar un par de Mundiales, el de su país en 1930, y el de Brasil 1950. En otras ocasiones, ha llegado lejos, hasta las semifinales en Suiza 1954, México 1970 y Sudáfrica 2010.
De Arrascaeta, que sueña con emular a sus antepasados, desde pequeño estuvo rodeado de caballos y de fútbol. Sus primo, Damián, hijo de otro jockey, finalmente se decantó por las carreras. Giorgian, apostó por el deporte rey y antes de moverse a Montevideo para jugar en Defensor, convenció a su progenitor con un reto.
Cuando jugaba en el Pescadores Unidos de Nuevo Berlín, le prometió cinco pesos por cada gol que marcara. Al final de la temporada, su padre se «arruinó». Tuvo que dar a su hijo 245 pesos por haber anotado 49 dianas.
Después, la historia de Giorgian De Arrascaeta es de sobra conocida. Triunfó en Defensor y se convirtió en un ídolo de Nuevo Berlín. Su timidez le abrumó cuando un día le recibieron en su ciudad como a un héroe. Y, en 2015, se marchó al Cruzeiro de Brasil.
Ahora, con 23 años, es uno de los cachorros de Óscar Washington Tabárez. Junto a Nahitan Nandez, Matías Vecino y Rodrigo Bentancur, formó parte del once titular en el estreno de Uruguay ante Egipto. El centro del campo charrúa tenía una media de edad exacta de 22’7 años.
Escorado a la banda izquierda, con un guante en su pie, es el encargado de lanzar a Edinson Cavani y a Luis Suárez hacia las porterías rivales. Su toque y su calidad auguran un buen futuro para Giorgian De Arrascaeta, el jinete de Uruguay que en Rusia sueña con cabalgar hacia la Copa del Mundo.
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