«El fútbol es casi una religión en Uruguay», dijo el seleccionador uruguayo, Óscar Tabárez, en vísperas del partido que enfrentará hoy en el Rostov Arena al equipo charrúa y a Arabia Saudí.
Como antiguo maestro y director de escuela, Tabárez no pronuncia arengas apelando a los instintos más básicos del futbolista, sino da lecciones sobre lo que representa el deporte rey para los pueblos y la necesidad de tratarlo con respeto.
«Este no es un entrenador, sino un filósofo del fútbol», coinciden todos los presentes.
Tabárez no se levanta en ningún momento, pero uno tiene la impresión de que ha vuelto a la escuela y que la pantalla de la sala de prensa es, en realidad, un encerado.
«Fuimos una potencia futbolística», recuerda nostálgico, en alusión a los tiempos cuando los ingleses introdujeron el fútbol en América Latina y la Celeste ganó los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928, y los Mundiales de 1930 y 1950.
Admite que después, lamentablemente, «se perdió el hilo conductor que debe haber entre generaciones», pero cree que después de medio siglo Uruguay ya ha recuperado en parte su esencia.
«Somos un equipo difícil de enfrentar para cualquier rival», apunta ufano.
Dice sentirse «orgulloso» de que «el fútbol sea parte de la identidad nacional» de su país, algo que en el continente americano, en su opinión, sólo tiene Brasil.
«No más. En Europa Inglaterra y Alemania. En España hay una gran cultura futbolística», pero no la había cuando nosotros empezamos, explica.
Destaca que estos días en Uruguay las clases se interrumpen para ver los partidos de la selección, algunas universidades suspendieron las clases durante el Mundial para combatir el absentismo e incluso los monumentos y los pasos de cebra han sido pintados de celeste.
«Lo de Islandia también es una maravilla», reconoce y recuerda que ese país insular apenas tiene 300.000 habitantes.
Para Tabárez hay principios irrebatibles como es el respeto al rival, aunque Arabia Saudí sea el peor equipo del Mundial, ya que «estuvo a punto de empatarle a Alemania» en un reciente amistoso.
«Se aprende mucho más de las derrotas que de las victorias. En el fútbol hay que estar preparado para todo», señaló en alusión a que Juan Antonio Pizzi, el técnico saudí, intentará darle la vuelta la situación tras el varapalo de la primera jornada ante Rusia (5-0).
Su experiencia le dice que «en un Mundial no se puede esperar y cuando uno está convencido de algo tiene que hacerlo».
Si entre la prensa extranjera despierta admiración, entre la uruguaya el respeto por el técnico es unánime.
«Tabárez es un hombre que está por encima de todo en el fútbol uruguayo. Supervisa todo el proceso de las selecciones nacionales, desde las inferiores hasta la absoluta», señala Pablo Carslián, comentarista de Radio Oriental.
Como ejemplo, pone que su «orgullo» es Fede Valverde, el jugador del Real Madrid cedido al Deportivo de la Coruña, que llegó a la selección con 11 años y ya ha sido internacional absoluto.
El técnico septuagenario, que llegó al fútbol «de un aula» y tiene «unas armas pedagógicas» incomparables, ha liderado una revolución del fútbol uruguayo, cuyo principal lema es que los futbolistas deben ser «profesionales y personas».
Para su compañero Gustavo Clavijo, Tabárez tiene «una relación casi paternal con sus jugadores», incluso «de amistad» forjada durante muchos años y es «fiel» a los futbolistas que lo han dado todo por la selección.
Paradójicamente, todo hubiera cambiado si Uruguay no hubiera alcanzado las semifinales en Sudáfrica, ya que el contrato de Tabárez expiraba tras ese Mundial, pero tal resultado le granjeó la renovación.
«El fútbol es un asunto entre seres humanos, los jugadores no son máquinas», sentenció Tabárez cuando le preguntaron por el mal partido de Luis Suárez contra Egipto.
Si Uruguay gana hoy, se habrá clasificado para los octavos de final por tercer Mundial consecutivo y Tabárez habrá dado una nueva lección de fútbol.
«Queremos que se quede, aunque sea un poquito más. No se ve un sucesor», insiste Carslián.