Inversión educativa, paciencia y expectativas realistas

Por GONZALO ZUNINO*

Desde la crisis del año 2002, el Uruguay ha mostrado importantes avances en materia económica, con un importante proceso de crecimiento económico y reducción de la pobreza e indigencia. En materia educativa, sin embargo, los resultados alcanzados muestran un panorama menos exitoso, lo que sitúa el tema sistemáticamente como foco de debate político y académico.

En esta columna propongo analizar algunos aspectos del desempeño actual del sistema educativo uruguayo. En primer lugar, argumento que la situación es menos crítica de lo que muchas veces se sugiere. En segundo lugar, planteo la existencia de elementos externos al sistema educativo que tornan dificultosa la obtención de éxitos notorios en materia de resultados educativos en períodos temporales cortos.

A la hora de evaluar el desempeño de nuestro sistema educativo, hay dos aspectos que típicamente acaparan el debate. El primero es la cobertura del sistema, esto es, cuantos alumnos asisten a la educación y cuántos logran culminarla. El segundo aspecto está vinculado a la calidad del sistema. En este punto, si bien hay diversas aproximaciones, una forma habitual de comparar a nivel internacional la calidad de los sistemas educativos es a partir de los resultados cognitivos alcanzados por los estudiantes en pruebas estandarizadas, entre las cuales, las pruebas PISA de la OECD son la principal referencia.

En este artículo me focalizaré precisamente en los resultados cognitivos alcanzados en las últimas pruebas PISA correspondientes al año 2015. La lectura más superficial de los resultados PISA suele centrarse en los puntajes alcanzados y la posición del país en el ranking internacional sin introducir más elementos al análisis. Sin embargo, un elemento que claramente debería ser considerado por su importancia, es el contexto familiar de los estudiantes. Es importante tener presente que el contexto familiar de los estudiantes es un determinante del desempeño estudiantil que resulta exógeno al sistema educativo.

Utilizando el índice de status socioeconómico y cultural (ESCS) construido en la propia base PISA como medida del contexto familiar de los estudiantes, la Figura 1 presenta los resultados promedio en lectura y matemática de todos los países participantes de la prueba. Tanto en matemática como en lectura se observa una clara correlación significativa entre el resultado promedio alcanzado y el contexto familiar promedio aproximado a partir del índice ESCS.

Figura 1. Puntaje medio en PISA 2015 por países e índice de estatus socioeconómico y cultural (ESCS).

A. Puntaje medio en matematica                                                      B. Puntaje medio en lectura

 

 

 

 

 

 

Fuente: PISA 2015.

La Figura nos muestra que el sistema educativo uruguayo, atendiendo a los estudiantes que recibe, obtiene resultados levemente por debajo del promedio de los países participantes en matemática en tanto que muestra un desempeño promedio en lectura. Este resultado contrasta con la visión generalmente más pesimista que se tiene sobre el sistema educativo a nivel nacional. Por otra parte, cabe señalar que muchos de los países que muestran un desempeño mejor al promedio son asiáticos, y que difícilmente se piense en el Uruguay en avanzar hacia ese tipo de sistema educativo.

Un argumento que habitualmente se menciona para matizar este resultado es que la cobertura de Uruguay es menor a la de otros países participantes. En Uruguay la cobertura a los 15 años supera levemente el 80% de la población. En este sentido, si la prueba incluyera a toda la población de 15 años es probable que los resultados fueran algo inferiores. No obstante, hay que tener presente que también es probable que el índice de contexto familiar (ESCS) resulte menor.

Una segunda conclusión que surge de la figura 2, es que considerando las diferencias en términos de contexto familiar, esperar que el Uruguay alcance resultados similares al promedio de la OECD implicaría un sistema educativo con un desempeño notoriamente superior al de estos países. En otro caso, el contexto menos favorable determinaría irremediablemente un peor desempeño. Esto no debe desalentarnos a implementar mejoras, puesto que cualquier avance actual podría impactar generando un mejor contexto educativo familiar en los niños del futuro, lo que retroalimentaría el efecto sobre estos. Pero si es necesario tener presente que una potencial convergencia en resultados educativos puede llevar varias décadas, atendiendo a estos elementos.

Para cerrar la nota, me gustaría señalar que si bien alcanzar tasas de finalización de los estudios secundarios o terciarios mucho más elevadas que los magros registros que actualmente presenta Uruguay es una meta más que necesaria, esto no garantiza para nada la convergencia en términos de habilidades cognitivas de la población respecto a los países de mejor desempeño.

A modo de ejemplo, utilizando la base de datos PIAAC de la OECD, la cual mide las habilidades cognitivas de la población adulta, podemos observar cómo, en el caso de Chile (el ejemplo más cercano entre los países para los cuales hay datos disponibles) se ha logrado una convergencia importante en las generaciones más jóvenes en términos de la cantidad de años de educación formal cursados respecto a las principales referencias en materia de educación (panel B de la figura 2), sin que esto se refleje en un proceso de convergencia en habilidades cognitivas (panel A de la figura 2).

Figura 2. Años de educación y habilidades cognitivas por grupos de edad. Chile vs países referentes

A. Habilidad media en lectura                                                   B. Años de educación formal

 

 

 

 

 

 

Fuente: PIAAC, OECD.

En síntesis, los resultados del sistema educativo en Uruguay se acercan al desempeño promedio a nivel internacional. Es necesario continuar adjudicando recursos a la educación, avanzar con algunas de las medidas que se vienen implementando e implementar medidas adicionales de probada eficacia para obtener mejores resultados. Paralelamente, hay que ser conscientes de que muy probablemente ninguna de las medidas implementadas nos permitan dar un salto significativo en términos de resultados cognitivos en el corto plazo. En este sentido, evaluar los resultados educativos de acuerdo a expectativas realistas, conscientes de que obtener mejoras significativas es un proceso de largo plazo resulta fundamental. Impacientarnos en materia de resultados y cuestionar la adjudicación de recursos presupuestales a la educación es el peor error que podemos realizar.

*Investigador de CINVE. Doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid, España (Twitter: @GonzaloZunino, correo: gzunino@cinve.org.uy).

Salir de la versión móvil