Óscar González
Moscú, 15 jul (EFE).- Veinte años después, Francia vuelve a ser campeona del mundo, con una fórmula muy parecida a la que le coronó en París, con un entrenador que entonces era su capitán y un grupo de estrellas que han sabido dejar de lado los egos.
Deschamps ya tiene un título. Hace dos años se le negó la Eurocopa, quizá por un exceso de confianza de unos jugadores que se sentían superiores a Portugal, pero ahora ha dado con la tecla, y se une a Mario Lobo Zagallo y Franz Beckenbauer en el grupo de los elegidos que han levantado el trofeo como jugador y entrenador.
Pero ¿Hay cambio de ciclo?. A juzgar por la debilidad mostrada por los grandes parece que sí. España, Alemania, Argentina y, quizá en menor medida Brasil, andan buscándose tras el descalabro ruso.
Pero si lo que se quiere son indicios de quiénes marcarán la pauta entre los finalistas; difícilmente pueden encontrarse.
Porque a la final de este Mundial 3.0, que comenzó a decidirse a balón parado y, en diferido, tras ver la repetición por televisión, han llegado dos selecciones que parece difícil que puedan marcar época.
Por jugadores, podría hacerlo Francia, pero Didier Deschamps, que comenzó alineando el equipo «bleu» más joven de la historia, cambió de rumbo cuando detectó debilidades -frente a Australia en el arranque del torneo-, y decidió copiar las anotaciones del 98; ahogar con su poder físico en el centro del campo y aprovechar el enorme talento que tiene en ataque con Griezmann y Mbappé. Como entonces, sin un delantero centro de garantías, utiliza a Olivier Giroud para bajar balones o buscar una temprana recuperación.
Croacia tampoco podía dejar huella más allá de su enorme espíritu de superación, un coraje que se ha ganado la admiración de medio mundo, trufado de calidad pero con jugadores que, en su mayoría, han traspasado la treintena.
Los Vatreni quieren el balón y no ceden al desaliento, pero llegaron a la final tras jugar «un partido más» (tres prórrogas de 30 minutos) y, sucumbieron al impulso físico del rival en la reanudación.
Francia tiene un plan que le va dando resultados. Ha reconvertido a Didier Pogba, que ya no es el exuberante jugador que va de área a área y luego desaparece durante meses, y ha encumbrado a Antoine Griezmann, mientras espera la inmediata madurez del prodigio Mbappé.
Griezmann, que comenzó el torneo con dudas y pendiente del anuncio de su continuidad, es ahora mismo el gran valor de este equipo. Casi a su lado está Mbappé, un jugador para marcar época si corrige algún comportamiento y mantiene el nivel de desborde y calidad que ha exhibido en el Mundial.
Y Deschamps parece que definitivamente ha esquivado la alargada sombra de Zinedine Zidane, el favorito de la afición.
Francia domina el mundo, mientras se rearman aquellos que parecían superiores, pero aún tendrá que demostrar que ha llegado para quedarse. EFE
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