Por Adrián Fernandez*
La elección de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, la salida del Reino Unido de la Unión Europea (el Brexit), así como las victorias electorales de partidos “populistas” en varios países de Europa, han tomado por sorpresa a actores y analistas políticos, desatando un furor en la investigación académica para explicar las razones de estos sucesos.
En este artículo vamos a concentrarnos en las relaciones entre la economía y las posturas políticas de los ciudadanos, particularizando en las consecuencias de la mayor apertura económica y el incremento del comercio a escala mundial (la “globalización”) sobre el humor de los votantes.
En primer lugar, una simple constatación: la economía siempre ha importado en política. La famosa frase de 1992 de Bill Clinton, “Es la economía, estúpido”, intentaba concentrar los esfuerzos de los demócratas, en la campaña contra George Bush, en las debilidades de la economía de la época. Y esta importancia eventualmente ha crecido. En la votación que finalmente resultó en el Brexit, a partir de encuestas a votantes se ha inferido que sólo los que estaban desproporcionadamente “infelices” con su vida votaron claramente por “Partir” (a favor del Brexit). Pero si la pregunta se restringe a la satisfacción por la situación económica personal, sin llegar a resultados extremos, existe una clara correlación favorable a “Partir” a medida que la situación empeora. Los que declaran que “encuentran muy difícil” la situación registran 13 puntos más votos por “Partir” que los que declaran que “viven confortablemente”.
En el caso de Estados Unidos, una de las líneas de explicación de la inesperada victoria de Donald Trump en 2016, tiene relación con los efectos de la globalización y del comercio internacional sobre un grupo particular de votantes: los obreros manufactureros, especialmente en el “Cinturón del Óxido” (Rust Belt), y que generaron la diferencia con la votación de Hillary Clinton en estados como Wisconsin y Michigan, que los demócratas descontaban como propios (téngase en cuenta que en el sistema estadounidense de votación, el ganador se lleva todos los electores del estado).
Estos “perdedores” de la globalización han sufrido las consecuencias de la competencia de las importaciones, la relocalización de industrias afuera de EE.UU., perdiendo en muchos casos trabajos bien pagos. Los trabajos alternativos que han podido obtener son en muchos casos precarios, de menor calidad en los beneficios asociados (seguro de salud y pensiones). Ello ha tenido consecuencias en diversas áreas: algunos estudios han detectado un incremento de suicidios en el grupo de hombres blancos de mediana edad de EE.UU.; se ha mencionado como un factor en la epidemia de opioides, que golpea especialmente a estos estados del Cinturón de Óxido, etc.
Pero no todas son respuestas “pasivas”. De hecho, se ha observado un mayor activismo político de estos grupos, lo que también es una de las explicaciones de la victoria de Donald Trump. En el sistema electoral estadounidense, donde no es obligatoria la votación, es tan importante “convencer” a los ciudadanos, como motivarlos a que concurran a votar. Una de las razones de la victoria de Trump es que un mayor número de hombres blancos, particularmente en estos estados, concurrió a votar en noviembre de 2016. Lo que varios analistas políticos rotularon como “hombres blancos enojados”. El efecto para Hillary Clinton se amplificó dado que un menor porcentaje de afro-americanos concurrió a votar, luego de valores récord en las campañas de Barak Obama.
¿Cuánto de estas posturas en EE.UU. y otros países puede explicarse por las consecuencias de la globalización, de la mayor apertura económica, del mayor comercio? Intentaremos aportar algunas ideas, apoyándonos en el trabajo Dani Rodrik (recomendamos Populism and the Economics of Globalization, NBER, de 2017).
Desde el inicio hay que distinguir entre los hechos y las percepciones. Como vamos a fundamentar a continuación, la apertura y el incremento del comercio no tienen efectos significativos sobre el trabajador promedio de la economía en países desarrollados, aún cuando otros estudios encuentran grandes beneficios en países como China: sus expresivos avances económicos y sociales se aceleran fuertemente luego de la entrada a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2001.
Para los países desarrollados, los cambios tecnológicos, la robotización, la automatización en general, han tenido un efecto más importante que el comercio, sobre el empleo y los ingresos. Pero el comercio es un buen candidato a “chivo expiatorio”, con los políticos apuntando a los mejicanos, los chinos, los alemanes (según el país “perjudicado”) como los villanos de la película. Y, en particular, los tratados comerciales, especialmente los multilaterales (y la OMC como el blanco principal).
Un aspecto relevante es que no todos los movimientos “populistas” europeos son anti-comercio. De hecho, la extraña coalición del Brexit es más pro-comercio, aunque con salvedades. Varios partidos políticos europeos populistas de derecha, más que una posición anti-comercio, tienen una agenda anti-inmigración, no sólo de “refugiados”, sino también de inmigrantes legales (y se declaran en el bando contrario a la globalización).
Habiendo repasado el capítulo “percepciones”, ¿qué se puede decir de los hechos? ¿Cuáles son las consecuencias de los tratados comerciales, de la mayor apertura económica, del mayor comercio? Uno de los problemas es que el mayor comercio en general produce un efecto diferencial modesto sobre el trabajador promedio, pero importantes pérdidas para grupos especiales. Distintos estudios han intentado encontrar efectos positivos para Estados Unidos del NAFTA (el acuerdo comercial con México y Canadá) pero no recogen efectos generales mayores al 1% del PIB.
Parte del problema es que los cambios en los empleos y los salarios son el resultado de múltiples factores, que operan conjuntamente. Un par de estudios para EE.UU. estiman alrededor de un 10% de reducción de empleos durante los 2000s derivado de importaciones o del shock de comercio con China. El resto de la pérdida se explica por el crecimiento de la productividad de las empresas americanas (cambio tecnológico).
Finalmente, unas breves palabras sobre compensaciones. Si el resultado de una mayor inserción internacional es positivo (aunque pueda ser reducido), ¿por qué no compensar a los “perjudicados”? En la medida que los beneficios son generales, y los perjudicados es un pequeño número, lo más eficiente correspondería a mecanismos de compensación desde el Estado, que financien transferencias a estos sectores con recursos generales. Varios analistas han abogado por estos mecanismos, particularmente en EE.UU., para generar un clima de opinión pública más favorable. Sin embargo, estos mecanismos presentan debilidades. Para comenzar, la identificación de los beneficiarios de estas transferencias. Y le caben las críticas generales de las transferencias: crean desincentivos a un nuevo trabajo, etc.
Como conclusión, no debe menospreciarse el efecto del discurso “populista” sobre la opinión pública y, en definitiva, sobre los votantes. Especialmente cuando la economía internacional se enfría y se reduce la demanda por nuestras exportaciones. Eventuales costos asociados a la inserción internacional pueden ser amplificados por discursos interesados, dejando de lado el interés general, en función de las pérdidas de un número reducido de sectores, si bien estas pérdidas pueden ser muy relevantes para el grupo particular.
*Economista, profesor en la Fac. de Ciencias Económicas (UdelaR), investigador del CINVE (en licencia) y Asesor en el Directorio del Banco Mundial nominado por el Gobierno de Uruguay.
Las opiniones vertidas en este artículo reflejan exclusivamente la opinión del autor, sin comprometer a las instituciones mencionadas.
Publicado en Carmelo Portal con autorización del blog SUMA del Centro de Investigaciones Económicas .
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