Por Carlos Fariello /
Antes de comenzar a escribir este artículo me asaltó la duda, respecto del título, qué cosa iba delante de la otra, si nombres no sería mejor que precediera a cargos. En fin, creo que no hace al mensaje que deseo trasmitir.
Una vez más, la educación se vuelve centro de polémicas y terreno fértil para las especulaciones. Me refiero en este caso, no al candente, hasta hace algunos días, tema relacionado con el formato de la elección de horas docentes, sino a la designación de quien ocupará el sillón dejado vacío por el sociólogo Fernando Filgueira, en la subsecretaría del Ministerio de Educación y Cultura, hace algunas semanas atrás.
Pero, antes que nada aclarar que dicho ministerio prioriza ahora a la educación, cuando siempre fue el encargado de apoyar, entre muchos paréntesis y comillas, a la cultura. La cultura nacional va creo por otros caminos, más o menos precisos, y no necesita de ningún ministerio, y de ninguna ministra.
Justamente, la designación de la maestra Edith Moraes, quien ha ocupado muchos cargos jerárquicos desde el advenimiento de la izquierda al gobierno, permite auspiciar los cambios que podrán venir en el futuro. Esta designación aclaremos refuerza el poder de la “línea Netto” dentro de la estructura de gobierno de la educación.
Pero, lo que queremos decir no va en tono de crítica sino de opinión, absolutamente libre en el sentido de que los cargos se van llenando parafraseando el dicho popular, a medida que el carro se va moviendo, y el carro camina siempre hacia la incertidumbre.
Veremos qué pasa de ahora en más.
Esperemos, como los creyentes en el desierto, soluciones, aunque seguimos con las mismas visiones que nos asaltan de continuo porque no hay línea estratégica definida. Los gremios tiran y las jerarquías aflojan, y un rato después se invierten los protagonismos mientras todo permanece sin solución de continuidad.
Lo cierto es que en el terreno del diseño de políticas adecuadas, de su implementación y de su evaluación no podemos perder de vista a los docentes, y esto parece ser una constante. Del discurso a la acción media siempre un camino y un proceso que se va llenando de personalismos, ideologías, apreciaciones y posturas que se exacerban de modo tal que terminan distanciándose de los objetivos.
El país no puede dejar pasar las oportunidades, que no se trata ya de un tren, se trata de la formación de las generaciones que vendrán.