«Los seres humanos no son más que una forma entre otras formas, expresadas una y otra vez por el mundo, no sólo en lo que vive, sino también en lo que no vive, dibujado en arena, piedra y agua. Y la muerte, que yo siempre había considerado la magnitud más importante de la vida, oscura, atrayente, no era más que una tubería que revienta, una rama que se rompe con el viento, una chaqueta que cae de la percha al suelo.» Karl Ove Knausgård
Por Elio García
Pensar en la muerte no se circunscribe a un día. Pero si en estas 24 horas tenemos la posibilidad de reflexionar por quienes influyeron en nuestras vidas de alguna manera.
En los ojos, en la forma de caminar, en la cara, el pelo, las manos, en las rutinas, la forma de hablar o pensar, en el humor, mañas, nanas, en cómo nos reímos, todo eso siempre alguien nos hace recordar a ese familiar que ya no está, «hablas igual que tu tío», te confiesan.
Relacionamos la muerte con el dolor y la convertimos siempre en recuerdo. La ausencia es un proceso muy doloroso que se representa mucho en la silla vacía de la comida familiar en los domingos. O en ese silencio absoluto los días posteriores a la partida en cada rincón de la casa.
Influencias
Muy pocas veces nos detenemos a reflexionar en las influencias. En que la muerte es vencida cuando alguien nos reconoce por los ojos de la abuela, por ejemplo.
En la memoria se pasean nuestros muertos y reviven en los cuentos entre familia o amigos. Y la sorpresa nos llega como aquella señora que una vez llamó a mi casa para confesarme que siendo joven ella había sido la novia de papá.
La muerte pierde si tomamos el legado de todo lo bueno que nos dejaron, porque uno es o fue porque otros estuvieron. Somos una cadena universal de casualidades.
Me dijeron que mi padre conoció a mi madre en una pista de atletismo. Mi madre corría 400 metros vallas. No heredé esas habilidades deportivas pero sigo corriendo a mi manera, con todos los que de una forma han ido creando mi carácter y personalidad. La familia, los maestros, vecinos, amigos, películas, libros, se nos van metiendo en la piel.
Somos nosotros porque otros fueron. Es una enorme alegría saber que sin ellos nada sería y es para festejarlo porque la vida es como una posta donde hay relevo.
Y los que van quedando en el camino nos entregaron algo. Es la vida. Entender ese relevo es querer transformar las cosas que vivimos en mejores acciones.
Con ser buena persona bastaría para que el día que entreguemos la posta tenga algún sentido lo que fuimos y el recuerdo que tendrán sobre nosotros los que sigan.
Por eso los recuerdo con alegría y complicidad. No hay dolor. Ellos están en mi.
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