Por Elio García /
Una sola persona resultó responsable por el delito de Atentado especialmente agravado en concurso formal con un delito de Lesiones Personales. El mismo fue procesado sin prisión.
De todo lo que pasó nada se pudo probar. No se conoce quién llevó las cubiertas y las encendió. No hay nombres para quienes agredieron a las autoridades e incluso a gente que se encontraba en el lugar y recibió alguna piedra. Quién sabe dónde está la prueba del corte de ruta y de las responsabilidades civiles.
Son las reglas de juego. Cuando algo no se puede probar no se puede culpabilizar. ¿Pero entonces dónde están los responsables?, ¿cómo se escaparon?, ¿adónde fueron a parar?, ¿en qué lugar están?, ¿qué piensan? Y la pregunta más fuerte ¿Qué sucederá mañana?
¿Quién sabe dónde?
Sobre las 20 horas del lunes el rumor era fuerte. Iban a ser procesados con prisión varias personas que estaban en calidad de indagados. Pero luego la Justicia llegó a la conclusión que ninguno de los vídeos, las fotos, los registros consultados, permitían relacionarlo con los hechos vandálicos a quienes estaban detenidos.
Y todos fueron liberados. Y no hay peor cosa que señalar a quienes, pruebas mediante, lograron comprobar que nada tienen que ver en este asunto.
Olvidémonos entonces de todos los conducidos. Ellos ya probaron su inocencia.
No olvidar
Hoy, entonces, hagamos uso del derecho a recordar.
No podemos olvidarnos lo que sucedió el domingo.
No podemos olvidarnos en quienes dieron la cara por todos.
De aquellos que pusieron la piel, su propio cuerpo para protegernos.
No podemos olvidarnos de cada cubierta encendida.
De cada piedra tirada.
De cada grito escuchado.
Del odio y de la ira.
El corte del Puente Giratorio, en este escenario actual, llegó para quedarse.
Se corta la confianza. La seguridad. La responsabilidad. El diálogo.
Están cortadas todas las vías de entendimiento razonable y humano.
Si no hay responsables no hay delito.
Mañana
¿Qué nos sucederá mañana?
¿En qué sitio estamos parados?
¿Qué seguridad tenemos?
¿Cuáles son las certezas?
Estamos mal. Pero aún más que esto estamos peor que nunca.
Todos nuestros rostros se confunden, todos podemos ser sospechosos, todos podemos ser etiquetados de cobardes.
Con esta violencia instalada. Con la falta de resolución de esta misteriosa actitud de hacer y deshacer todo lo que sea posible, obviando las Leyes, las buenas costumbres y el respeto al prójimo, concluimos que no somos nada.
Hoy no somos nada. Hay que decirlo.
La gente honesta en esta ciudad se encuentra a la intemperie.
Una antigua leyenda dice que toda persona que cruza nuestro puente regresa. Esperemos que siga siendo así, que vuelva a cruzar la buena convivencia entre vecinos, la tranquilidad, la solidaridad, la tolerancia y el don de gentes.
Todos esos intangibles que han hecho de Carmelo un lugar para volver o quedarse para siempre.