Carmelo, hora 13.30. Uno de los contenedores ubicados en pleno centro de la ciudad (calle Treinta y Tres entre Uruguay y Zorrilla) luce desbordado de basura.
Un perro aprovecha la oportunidad para comer restos de comida que se encuentran desparramados en el suelo.
A la imagen hay que agregarle que han sido horas de intensa lluvia, donde parte de la basura ya no se ve porque ha sido llevada por la corriente de agua por diferentes arterias de la ciudad.
En resumen, hay responsables de que esto suceda. No es el perro suelto ni el clima que se llevó parte de la basura, simplemente es obra humana.
Falta sentido común. Cuando nos servimos un vaso con agua sabemos que tiene un borde y seríamos muy tontos si continuáramos poniendo líquido luego de llegar al mismo. ¿Por qué? porque se vuelca y haríamos un desastre.
¿Qué diferencia hay con un contenedor de basura?. Ninguna. Si llegamos al borde y la tapa ya no cierra como debe hacerlo, ¿por qué seguimos poniendo basura allí, o lo que es peor, ¿por qué hacerlo fuera de lo que justamente se llama «contenedor»?.
Luego hay factores que se suman al problema de base; perros sueltos que colaboran a desparramar un poco más los residuos y la falta de más frecuencia del recolector municipal.
Así estamos en Carmelo. Esta es una imagen que cualquiera puede corroborar en este preciso momento con sólo ir hasta el lugar mencionado.
Si así está una de las calles céntricas de la ciudad, imaginen lo que sucede en los barrios, donde la lluvia hoy juega en contra como siempre y la basura llega desde otros puntos como regalo de Navidad.