A 300 metros de altura los parapentistas pueden descubrir el río Uruguay desde una «tercera dimensión», en la que el gran afluente no pierde su majestuosidad.
«(El parapente) es ideal para ver el mundo en tercera dimensión, para nosotros la tercera dimensión es una dimensión que no la conocemos mucho, tomamos contacto cuando volamos», dijo a Efe el instructor de Alfa Parapente, Manuel Fernández.
La llanura que rodea al aeropuerto internacional de Paysandú no es un inconveniente para este piloto uruguayo, pues los tipos de recorridos que él ofrece son con parapentes con motor.
«A diferencia de otros lugares como Argentina, Brasil o Chile que tienen grandes alturas, Uruguay es un lugar relativamente plano», señaló Fernández, quién también resaltó que la popularidad de este deporte de alturas se ha visto aumentada gracias al parapente con motor.
Este mecanismo permite a los más aventureros cumplir uno de los mayores sueños de todo ser humano, volar. «Creo que es el sueño de muchísimas personas. Yo empecé con veinte y pocos años a hacer paracaidismo, acá en el club Paysandú, y, al tiempo, conocí el parapente y me dediqué de lleno a volar y a enseñar», explicó.
Fernández está acostumbrado a volar solo o acompañado todo el año, pero el otoño es su periodo favorito para planear sobre los campos, los árboles de follaje cambiante y la costa del gran río que separa Argentina y Uruguay.
«Para mí es la estación más linda, donde el clima es más estable, no hace ni tanto calor ni tanto frío, no hay tanto viento como hay en primavera», recalcó el experto.
El aviador también señaló que este tipo de experiencias es apta para todo tipo de público, ya que a diferencia del paracaidismo este es un deporte en el que uno se puede relajar y disfrutar de las vistas.
«Es como andar en moto, pero volando», apuntó y recalcó que el vértigo tampoco es un factor que influye en esta actividad, pues una vez que la gente empieza a volar se dan cuenta de que el vértigo «no actúa» en el parapente.
Pese a que Alfa Parapente cuanta con un público diverso que va de los 15 a los 50 años, el instructor destacó que las mujeres «le tienen menos miedo a volar».
«Los hombres como que necesitamos tener el control (…), mientras que las chicas se relajan un poco más y disfrutan», recalcó.
Fernández ofrece tanto vuelos con instructor -que se desarrollan en un parapente biplaza, tienen una duración de 15 minutos y cuestan 1.500 pesos uruguayos (43,73 dólares)- como clases para aprender a hacer parapente.
En el segundo caso, el costo se eleva a 700 dólares y el entrenamiento dura entre quince y veinte días.
Lo único malo que tiene el parapente motorizado, según Fernández, es su adicción.
«Me cautivó la posibilidad de volar de forma fácil, económica y autónoma. Podemos volar en cualquier lugar, no necesitamos una pista, una instalación o un hangar, necesitamos solamente llevar nuestro equipo en cualquier vehículo», remarcó.
EFE.