En la localidad de San Javier, que fue fundada en 1913 por familias que buscaron en Uruguay la libertad religiosa que no encontraban en la Rusia zarista, se sigue degustando las raíces euroasiáticas de sus fundadores a través de su gastronomía.
En tanto, los fines de semana además del tradicional asado rioplatense los oriundos de este pueblo también comen shashlik, un plato de ternera que se dejan marinar un día en zumo de limón, cebolla, pimienta y sal y luego se hace a la brasa en forma de brocheta.
Según contó a Efe el director de Turismo de Río Negro para San Javier, Leonardo Martínez, la gastronomía rusa, con una interpretación criolla, es algo que se ha «arraigado» mucho en sus cocinas.
«Por ejemplo, los domingos es tradicional, en vez de comer unos raviolis (como en el resto de Uruguay), comemos varéniki, que es otra pasta tradicional que se hace tipo unas empanaditas rellenas con ricota y arriba se le echa crema doble», comentó el historiador.
También es común encontrar en las mesas de los san javierinos las empanadas piroshki que pueden tener distintos rellenos como: boniato (batata) con cebolla frita, puré de patata con cebolla frita, hígado y repollo, ente otras conminaciones.
En las bebidas y los postres también se pueden seguir viendo los toques que este grupo religioso llamado «Nuevo Israel» dejó a principios del siglo XX, pues hoy en día se sigue elaborando kvas licor que se hace con un fermento de miel.
En la gama de los dulces, se destaca el piroj, una tarta elaborada con masa de levadura dulce y que está rellena de un zapallo (calabaza).
Pese a que alrededor de un 60 % de los habitantes del pueblo son descendientes de ruso, Martínez -que es bisnieto de fundadores de la colonia- destacó que se han perdido muchas tradiciones, como el idioma.
«Nuestros abuelos no supieron la forma de enseñarnos, no había una escuela, ellos quisieron aprender el español, les era muy útil para la convivencia en la zona, para relacionarse, para hacer negocios y eso no les hizo ver que era necesario mantener el idioma», destacó.
En ese sentido, Martínez explicó que su abuelo era «morochón» (moreno) policía y que su abuela era una rubia de ojos celestes.
La guía turística Nelly Chulak, por su parte, destacó a Efe que las familias que emigraron a este territorio austral «siempre estuvieron abiertas».
«Fue un grupo de inmigrantes que no se cerró, sino que siempre necesitó del criollo, entonces nosotros aceptamos muchísimo la cultura del asado, del mate y lo fuimos incorporando y el ruso también incorporó todo lo que es lo nuestro», explicó.
No obstante, Chulak apuntó que desde San Javier se está tratando de volver a las raíces, mediante lo que se puede rescatar de los nietos y bisnietos, ya que hace unos días murió a los 98 años la última persona de «primera generación» que quedaba.
Uno de los medios por los que el pueblo reviven sus orígenes es mediante la institución Centro Cultural Máximo Gorki que da clases de danza tradicional desde hace años y está empezando ahora a impartir ruso.
Por Sarah Yáñez-Richards (EFE)
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