Por Elio García /
Se acerca el Bicentenario de Carmelo y ya es momento de vestirnos para la fiesta. De ir generando entre todos esa atmósfera especial que visten las fiestas importantes, donde la alegría de pertenecer a un lugar, con su historia, es la razón más justificable para celebrarlo.
El Bicentenario debe ser también no solo fiesta y alegría, sino una oportunidad histórica para quebrar rutinas y la inercia que muchas veces son causa de renunciamientos, especialmente el de pensar.
Y pensar es imaginar, elevar nuestra condición de habitantes o de vecinos a la de ciudadanos orgullosos, comprometidos con el bien común. Por eso más que recordar el hecho histórico debemos poner en un sitio elevado la condición ciudadana que nos llevará a construir esos cimientos que exigen esfuerzo y no lucen ni traen réditos inmediatos o personales. La clave de los cumpleaños es recordar de donde venimos y hacia donde vamos.
Artigas y su frase
Tenemos el legado de ser la única ciudad fundada por Artigas. Es un orgullo más que un dato histórico incuestionable.
Desde el inicio al comenzar a organizar las celebraciones del Bicentenario de Carmelo se puso como meta lograr concretar una obra que recordara este hecho a través del tiempo. La más emblemática fue la de contar con un segundo puente sobre el Arroyo de las Vacas. En esos procesos estamos aunque el 12 de febrero no se inauguré nada.
Nunca ha sido tan oportuna, en estos momentos tan importantes para los carmelitanos, una de las citas más consultadas por los historiadores que hacen referencia al pensamiento Artiguista: «Nada podemos esperar si no es de nosotros mismos.»
El Bicentenario trasciende presupuestos de organización de festejos, contenidos temáticos de las fiestas, actividades oficiales y desembarco de autoridades o ausencias de las mismas. Cosas circunstanciales. Vayamos a las de fondo.
El Bicentenario de Carmelo es una fecha fundacional que permite indagar en la historia de nuestra comunidad, pero también soñar y apostar a otros proyectos para el bienestar general de sus pobladores. Trascender a lo más lúdico o festivo de los actos programados, sirviendo de plataforma para repensarnos en nuestros defectos y virtudes. En el desafío por ser mejores.
El Bicentenario llega entonces como una oportunidad histórica para celebrarlo desde el pienso y construir otros puentes invisibles, que son tan importantes como el de las firmas conseguidas: el de la convivencia ciudadana, el desarrollo de la cultura y el trabajo, la construcción del orgullo de sentir a Carmelo en el corazón y que sea un verdadero sentimiento.
Es simple, las cosas que uno ama son las que importan. Por eso cuando perdemos algo querido nos entristece y es solo por eso que cuando logramos algo que nos beneficia estallamos de felicidad.
Carmelo importa. Es nuestra casa grande. Vayamos por todas las cosas que nos unen. Intentemos ser mejores.