Los niños de Durazno juegan a «policías y ladrones» y corren sin parar en el campamento en el que les toca vivir temporalmente. Es la calma normalidad con que se vive en esa ciudad del centro de Uruguay tras la última crecida del río Yí que, de nuevo, lo ha inundado todo.
Más de 5.000 personas están ahora mismo desplazadas de sus viviendas en el departamento homónimo y, ante ese panorama, la solidaridad y el trabajo en equipo son la táctica de los vecinos para ganar un difícil partido a las inundaciones.
La situación que están pasando muchos de los habitantes del lugar no es nada sencilla, teniendo en cuenta que varias casas fueron totalmente tapadas por el agua; sin embargo, todos juntos trabajan por vencer la creciente del río Yi y poder retornar a sus hogares.
Mientras tanto, más de 180 personas se hospedan en el campamento Las Higueras, que un equipo de Efe pudo visitar para contemplar las 38 carpas instaladas por las Fuerzas Armadas.
Allí viven por ahora 49 familias, quienes rodean un gran gimnasio en el que guardan las pertenencias que pudieron salvar del agua, entre las que se observan heladeras, cocinas, camas y otros muebles.
Durante el día, mientras la mayoría de los adultos se encuentran dentro de sus tiendas de campaña, los niños afuera buscan la mejor forma de divertirse.
Con esa normalización de lo anormal, corretean inventando juegos, mientras sus mascotas les observan: perros, un gato, un conejo y dos pájaros enjaulados.
Por otro lado, los militares llevan a cabo distintas funciones de mantenimiento de las tiendas de campaña, de limpieza y operando una cocina de la que sale comida para 800 personas del departamento.
Según explicó a Efe Nelson Batista, segundo jefe del batallón de Infantería blindado número 13, al momento de montar el campamento todo sale «muy rápido y muy coordinado», porque es «un ejercicio» hecho muchas veces, debido a las múltiples inundaciones que ha sufrido el departamento céntrico.
Además, destacó la «muy buena» relación de los militares con la gente que se hospeda, que en muchos casos son «caras conocidas» de anteriores crecidas.
Un ejemplo de esto es el caso del cabo Julio Rodríguez, quien asistió a un hombre cuya esposa había dado a luz horas antes. Según contó el militar a Efe, a la familia le habían quedado muchas pertenencias dentro de su casa, incluyendo las del niño recién nacido, por lo que debió entrar con el agua llegándole al pecho a sacar todo, principalmente la ropa del bebé. Rodríguez destacó que allí recibió la ayuda del dueño de casa, quien terminó con hipotermia, y de muchos vecinos de la zona.
A pocos kilómetros de Las Higueras, Durazno tiene otros campamentos, montados tanto por las Fuerzas Armadas como por las personas que abandonaron sus hogares por propia voluntad, uno de estos cerca de la cancha del club de fútbol Central, de la que solo se ve ahora el poste horizontal de una de las porterías.
Cerca de estos, las calles están anegadas por la creciente del río Yí y a muchas casas solo se les ve el techo, al igual que a algunos autos y camiones que no pudieron ser retirados a tiempo.
Los vehículos que sí funcionan en ese lugar son los botes que utiliza la gente para moverse de un lado a otro por el agua, en la que muchos niños juegan pese a las bajas temperaturas.
Wilman Martínez, uno de los vecinos de esa zona, señaló a Efe mirando diferentes puntos de referencia en el piso, que el agua creció más que en el día anterior, mientras que otros van mucho más atrás en el tiempo y recuerdan la inundación de 2007, la que consideran la peor en la historia de Durazno.
En aquella ocasión, el nivel del Yí alcanzó los 12,80 metros de altura. Ahora se encuentra en 11,82 y debe descender a los 8,50.
Pese a lo negativo de la situación, el hombre comentó que en estos casos se fomenta «una unión más grande» y «no queda otra que compartir».
Por ello, puntualizó que lo importante es «estar un poco más juntos y más calentitos entre todos».
Santiago Carbone / EFE