Verduras, carne y legumbres son los ingredientes de la fórmula con la que Ana María Capote ayuda a que unas 800 personas que viven en la ciudad de Durazno (centro de Uruguay) ganen al frío del invierno y a las inundaciones.
Más de 5.000 personas están, ahora mismo, desplazadas de sus viviendas habituales en el departamento homónimo y, ante ese panorama, la solidaridad y el trabajo en equipo son la táctica de sus habitantes para vencer las crecidas del río Yí.
Por ello Capote no trabaja sola, sino que tiene un pequeño grupo de gente que le ayuda mientras ultima los detalles del almuerzo.
Algunos de estos pelan y pican verduras, otros las vuelcan en un recipiente y algunos terminan el trabajo poniéndolas a cocinar junto a la carne y las lentejas.
Más tarde, el guiso queda terminado y se reparte en el campamento Las Higueras donde hay alojadas más de 180 personas.
También, se suben dos ollas a un camión que los militares que ayudan en los trabajos de logística tras las inundaciones utilizan para distribuir los alimentos entre otros refugios montados por ellos y por personas que abandonaron sus hogares por voluntad propia.
Con la misión cumplida, Capote se aleja de la cocina donde sus compañeros continúan haciendo cosas acompañados por una pequeña radio con música y se dispone a hablar con Efe.
Durante la charla, la mujer explica que no es militar pero ya es «como si lo fuera», porque hace 20 años que acompaña el trabajo de las Fuerzas Armadas durante las inundaciones en Durazno.
Ella es empleada de la Intendencia (alcaldía) y trabaja en el comedor de Cobusu (espacio de Inclusión Digital), donde se encontraba el domingo 17 cuando desde el Comité de Emergencia la llamaron para alertarla de la situación que se avecinaba, y donde preparó los primeros 100 platos para los evacuados.
Un día después, se instaló sobre el mediodía en Las Higueras y una hora más tarde 300 personas ya estaban comiendo.
Allí, tiene una cocina de campaña en la que se pueden preparar hasta 1.000 porciones a la vez, y que está muy alejada de aquella bombona de gas de 13 kilogramos con la que preparaba sus platos 20 años atrás.
Dentro de los menú que cocinó, Capote cuenta que ya hizo pastel de carne, tuco (salsa con carne y verduras), pollo y estofado, aunque aclara que el guiso tiene «todas las sustancias» que la gente precisa para atravesar un momento así.
Sin embargo, la cocinera piensa redoblar su apuesta y cuando estén «más organizados» empezar a buscar para «hacer otras cosas», simplemente porque ella está «bien segura» de lo que hace.
Más allá de Capote, en el lugar hay otro grupo de personas que se encargan de preparar el desayuno y la merienda, en los que se sirve leche, café con leche, leche con chocolate, tortas fritas y pan con dulce.
A pocos kilómetros de allí, Durazno tiene otros campamentos que reciben la comida, pero en los que la gente también cocina, como pudo observar Efe durante su visita.
En uno de estos, ubicado a pocas cuadras del río y cerca de muchas casas que tienen el agua hasta el techo, varias personas felicitan a Wilman Martínez, un vecino de la zona, por las tortas fritas que hizo su hermano, quien también cocinó un arroz con leche.
«Algún menú nuevo va a salir siempre», subrayó a Efe Martínez, quien destacó que los vecinos se ayudan «entre todos» con el fin de «estar un poco más juntos».
Santiago Carbone (EFE)