El secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, advirtió este martes al Gobierno de Jair Bolsonaro de las consecuencias que puede acarrear en su relación comercial el acuerdo UE-Mercosur, y puso deberes al presidente brasileño en materia regulatoria, tributaria y anticorrupción.
Ross confirmó que «existe un interés» en alcanzar un acuerdo de libre comercio con Brasil, como ya había adelantado este mismo martes el presidente estadounidense, Donald Trump.
Sin embargo, ese deseo de profundizar sus lazos comerciales puede esfumarse, dependiendo, según dijo, del contenido final del pacto alcanzado entre la Unión Europea y el Mercosur.
«Cuidado porque ustedes necesitan garantizar que no haya píldoras venenosas que nos impidan tener un gran acuerdo comercial con ustedes», dijo Ross en un acto en Sao Paulo, con motivo del centenario de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Brasil (AmCham Brasil).
Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y la UE anunciaron el pasado 28 de junio, en Bruselas, un acuerdo de libre comercio tras dos décadas de negociaciones y que supone la creación de un mercado de cerca de 800 millones de consumidores.
Antes de su entrada en vigor, lo que se espera que ocurra dentro de por lo menos dos años, el texto tendrá que ser revisado, traducido y ratificado por los Congresos de los países miembro de ambas organizaciones.
Ross, por su parte, aconsejó al Gobierno brasileño, al frente de la mayor economía de Suramérica, a mirar con lupa el acuerdo para «no caer en ninguna trampa» que haga imposible alcanzar uno bilateral con ellos.
«Lo importante en relación a ese acuerdo (UE-Mercosur) es que no incluya nada que vuelva especialmente difícil para Estados Unidos hacer un acuerdo separadamente» con Brasil, explicó el secretario en una rueda de prensa posterior.
«Nosotros tenemos diferencias con la UE en relación a nuestras normas» en áreas como la industria química, automotriz, alimenticia, entre otros sectores, así como en «cuestiones sanitarias» que hacen que «tengamos problemas con su visión», agregó.
Con ese órdago, Bolsonaro, quien ha declarado ser un admirador de Trump y el pasado marzo realizó una visita oficial a la Casa Blanca, tendrá que gestionar ahora sus ansías de aproximarse a su vecino del norte y su compromiso de seguir impulsando el Mercosur, en un momento en el que su Gobierno ocupa la presidencia semestral del bloque suramericano.
Por otro lado, ese acercamiento con EE.UU. también ha generado muchas dudas sobre cómo afectaría a su relación con China.
Actualmente, China es el mayor socio comercial de Brasil, aventajando por poco a Estados Unidos, que a su vez mantiene una guerra comercial con el gigante asiático.
Ross, por su parte, se presentó como el «socio perfecto» y aseveró que «Trump está comprometido» a impulsar «una relación más fuerte y dinámica» con Brasil.
«Podemos expandir nuestros lazos económicos y comerciales todavía más», aseguró.
Según un estudio de Amcham Brasil y del centro privado de estudios económicos Fundación Getulio Vargas, un acuerdo de libre comercio entre Brasil y Estados Unidos contribuiría a un aumento del PIB brasileño de hasta un 1,3 % en 2030, que en números absolutos representarían unos 38.000 millones de dólares.
A juicio de Ross, un eventual acuerdo, para el que no puso plazos, también ayudaría a reducir los altos índices de desempleo en Brasil.
Aunque antes de sentarse a negociar, el secretario puso una serie de deberes al Gobierno brasileño, en materia regulatoria, tributaria y anticorrupción, al tiempo que elogió las iniciativas de Bolsonaro para resolver los problemas en esas áreas.
«Brasil pronto estará pasando por grandes reformas en su régimen de tributación. Será muy bueno para Brasil tener un régimen tributario y fiscal bueno, pues eso sería una óptima base para un acuerdo con nosotros», expresó.
También indicó que la «corrupción debe ser tratada en todos los niveles».
Según él, esa lacra, que ha golpeado enormemente a Brasil en los últimos años a partir del escándalo en la estatal Petrobras, llevando a prisión a decenas de empresarios y políticos, ha impedido que, históricamente, las empresas estadounidenses inviertan en proyectos de infraestructura de la región.
Algo que podría empezar a cambiar porque, en su opinión, el Gobierno de Bolsonaro «está dispuesto a acabar con la corrupción».
Asimismo, también pidió una reforma que tenga por objeto desregularizar más la economía porque ello «facilita los negocios y ayuda a librarse de la corrupción».
«Con menos regulaciones, uno acaba teniendo menos tentaciones», apuntó.
Ross culminó su intervención dando un espaldarazo a Bolsonaro, afirmando que «están convencidos» de que su Gobierno lidiará con todos esos desafíos.
Carlos Meneses Sánchez
(EFE)
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