El ala-pívot Esteban Batista es el único basquetbolista en la historia de Uruguay que ha jugado en la mejor liga del mundo, la NBA, pero este pequeño país vivió en las últimas horas una fantasía: el momento en que A.C. «Ironman» Green se vistió de celeste.
La estrella de Los Angeles Lakers, que ganó tres anillos en dos épocas diferentes del conjunto amarillo (1987, 1988 y 2000), visitó Montevideo como «embajador» para promocionar el NBA G-League International Challenge, que se disputará en el Antel Arena en Montevideo del 18 al 22 de setiembre.
Tras la presentación ante la prensa, que tuvo lugar a última hora del lunes, el exjugador recibió, por parte de los organizadores del evento, el regalo de una camiseta de Uruguay con su número habitual, el 45, y su apellido en la espalda.
Lejos de quedarse en la pose ante los fotógrafos junto a Andrés Tolosa y Daniel Fuentes, máximas autoridades de Antel, «Ironman» hizo gala de su buen carácter y simpatía y se vistió de celeste después de atender a las preguntas de la prensa.
Con una amplia sonrisa y con altas dosis de paciencia para aguantar la espera entre sus declaraciones y la correspondiente traducción, Green explicó detalles de su vida actual, su opinión sobre la próxima temporada de la NBA y la cada vez mayor importancia que concede a los jugadores extranjeros en la liga estadounidense.
El hombre que se ganó el apodo de «Ironman» por su salud de hierro, hasta el punto de que tiene el récord histórico de partidos consecutivos jugados (1 192), sin ningún tipo de baja por lesión, ahora se dedica a negocios privados, enseñanza, transmite partidos para la NBA (los Lakers) y la G-League.
«También viajo por todo el mundo dando charlas para mi Fundación, trabajando con chicos y chicas de la primaria a la secundaria, para que mejoren su carácter, que nunca se rindan y desarrollen su pasión. Trabajamos con fútbol, básquetbol, béisbol, distintos deportes para que crezcan y fomenten el trabajo en equipo», comentó el exjugador sobre la A.C. Green Foundation, que creó en 1989.
El de Portland (Oregón) se definió como «uno de los hombres más afortunados» por haber compartido vestuario con hombres de tanto talento como Earvin ‘Magic’ Johnson, Kareem Abdul-Jabbar o el técnico Pat Riley en su primera etapa en Los Angeles Lakers y, posteriormente, con Shaquille O’Neal, Kobe Bryant y el entrenador Phil Jackson en su vuelta al equipo amarillo.
«Soy el único del mundo que jugó con un equipo en dos diferentes épocas, con hombres de esa calidad y gané títulos con ellos», indicó Green para resaltar lo «grandioso» de sus tres anillos con los Lakers en el Fórum, primero (1987 y 1988), y en el Staples Center, después (2000).
Pese a que, históricamente, siempre se consideró que los jugadores de Estados Unidos eran los mejores, el también exbasquetbolista de Phoenix Suns, Dallas Mavericks y Miami Heat (donde volvió a coincidir con Riley) dijo rotundamente que «ya no más, porque ahora hay grandes jugadores de todo el mundo».
«Definitivamente la NBA está mejorando por los jugadores extranjeros. El básquetbol es un deporte mundial», aseveró Green, quien alentó a los jóvenes que aspiran a ser grandes figuras a esforzarse al máximo porque ahora, gracias a los ojeadores y las redes sociales, es más fácil llegar a ellos.
«Tienes que hacerlo lo mejor posible y nosotros te encontraremos», concretó.
A la hora de mencionar a los favoritos para la temporada 2019-2020, Green opinó que su experiencia después de 16 años jugando en la NBA y los posteriores siguiéndola de cerca le enseña a no decir «tal equipo va a ganar», sobre todo considerando que puedan sufrir bajas por lesiones, algo cada vez más frecuente.
No obstante, citó nombres como Los Angeles Lakers, Golden State Warriors o Los Angeles Clippers, e incluso a los actuales y sorpresivos campeones, Toronto Raptors.
Tras bajarse del avión e ir a un centro comercial, donde, según explicó, recibió los saludos y la calidez de algunos aficionados, Green se aprestó a «disfrutar» de sus próximas horas en Montevideo, donde a buen seguro muchos de esos seguidores continuarían deseando que lo de vestirse de celeste no hubiera sido solo una anécdota.
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