Diego Aboal** y Miguel Sierra***
En Uruguay son diversas los argumentos sobre la necesidad de agregar valor, diversificar la matriz productiva, aprovechar el paradigma de la bioeconomía para plantearnos aprovechar la biomasa como fuente de energía y desarrollar a partir de nuestros recursos naturales diversas plataformas de productos alimentarios, farmacéuticos, cosméticos, etc. Es más, puede ser posible potenciar el surgimiento de servicios intensivos en conocimiento (TICs, biotecnología, etc.) asociados a los recursos naturales. El gran desafío es cómo hacerlo.
Desde el punto de vista de conceptual, está el argumento de que el stock de capacidades productivo-tecnológicas en cada momento histórico determinan fuertemente las fronteras de lo que puede producir con especialización una economía, y que estas se reflejan en lo que exportan los países. Dichas capacidades son tan variadas como infraestructura, geografía, leyes, tecnología, capital humano, cultura, así como conocimiento colectivo.
En tal sentido, los países altamente diversificados, que en general coinciden con los países más ricos, sustentan su diversificación en una amplia gama de capacidades humanas y tecnológicas. Sin embargo, no es solamente la variedad de exportaciones, sino el tipo de industrias las que determinan las mayores posibilidades de desarrollo. Si se considera un set completo de bienes y servicios transados internacionalmente, los bienes y servicios más complejos (que requieren una amplia gama de capacidades) pertenecen a los sectores de electrónica, maquinarias, química, etc. No obstante, existen posibilidades de producir bienes más complejos en el sector agroindustrial o forestal.
La construcción de las capacidades necesarias para producir estos nuevos bienes, permite en el largo plazo crear nuevas especializaciones en sectores más dinámicos y complejos, que hoy se encuentren muy lejanos a las posibilidades de un país como Uruguay.
Aproximadamente el 78% de los productos exportados con ventaja comparativa por Uruguay son agroindustriales -mientras en el mundo sólo el 17% de los productos caerían en esta categoría-. Más aun, en un trabajo reciente, que ha computado la I+D que se incorpora en los distintos bienes y servicios que se exportan de Uruguay, se identificó a los productos agropecuarios como de alto contenido de I+D. Lo anterior refleja qué tipo de dotaciones y capacidades ha desarrollado el país, y proponemos que la estrategia de desarrollo debería partir de ellas y ampliarlas.
Recientemente hemos realizado un estudio (de pronta publicación) donde se aplica una metodología que permite identificar una canasta de productos agroindustriales más complejos pero cercanos a la canasta de especialización uruguaya. Encontramos que Uruguay exporta muy pocos de estos productos agroindustriales relativamente más complejos, es decir que, al contrario de lo que esperábamos, no se identificó masa crítica en prácticamente ningún sector agroindustrial. Esto no hace otra cosa más que reafirmar la oportunidad y necesidad de diversificar la matriz productiva escalando en la complejidad de los bienes.
Por otro lado, el país importa casi dos tercios de los productos que se encontraron en dicha canasta con potencialidad exportadora. Sólo en el caso de productos forestales de la canasta potencial, el país importa 94 productos que ascienden a 100 millones de dólares. En productos animales y cereales se identificaron también oportunidades.
En definitiva, del análisis surge que es necesario analizar con actores vinculados a los respectivos sectores agroindustriales las causas por las que la existencia de determinadas capacidades existentes en el país no se ha traducido en diversificación productiva y exportadora en productos relativamente más complejos.
Por otra parte, existe un mercado mundial importante para la bioeconomía (los productos que hemos llamado agroindustriales, más otros productos químicos con base orgánica). Si bien la exportación de productos de la bioeconomía en el país creció más que el comercio mundial de los mismos, en las exportaciones de Uruguay crecientemente se ve sobre-representada la bioeconomía de productos básicos, y sub representada la bioeconomía de alto valor agregado, respecto al comercio mundial.
Dentro de las exportaciones de bioeconomía de alto valor agregado, se destacan en Uruguay por ejemplo las exportaciones de sangre, caseína, pigmentos orgánicos, entre otros. Sin embargo, no se han generado ventajas comparativas en todos estos bienes. La exportación de los 10 principales bienes de bioeconomía de alto valor agregado alcanzaron a 140 millones de dólares, lo que representa un 0.2% de las importaciones de los principales importadores de estas mercaderías.
Es necesario promover las condiciones para aumentar las exportaciones de estos bienes a los mercados con los que ya se comercia (Estados Unidos de América, Argentina, Paraguay, Brasil, México), o con los principales importadores (Europa, Estados Unidos de América, Japón, China).
Otra estrategia que es importante en Uruguay es integrar servicios de alto contenido de conocimiento, como las TICs y la biotecnología, con los productos agropecuarios y agroindustriales. Esto no solo puede ser útil para escalar en complejidad de los productos agropecuarios y agroindustriales, sino que también, para desarrollar nuevos servicios intensivos en conocimiento, que luego puedan exportarse aún de forma independiente de los productos agropecuarios y agroindustriales.
Bajo la premisa que los diferentes tipos de exportaciones están asociados con diferentes resultados económicos, los responsables de la formulación de políticas deberían intentar aliviar las restricciones que impiden su producción y exportación, generando capacidades, promoviendo coordinación entre diversos agentes, proporcionando información, reduciendo costos de descubrimiento de mercados, entre otras medidas que aumenten la probabilidad exportar, o exportar más cantidad de, productos con alto contenido de conocimiento. De esta forma, se podría desbloquear el potencial de crecimiento de la economía.
Por las dimensiones de Uruguay, hay que plantearse ofrecer estos bienes o servicios más complejos en el mercado internacional. Los nichos a explorar requieren políticas coordinadas entre diversas áreas: industrial, científico-tecnológico, financiera, comercial, infraestructura, ambiental, educativa y de formación profesional, etc. Esto debe hacerse con grandes ambiciones, como lo hacen otros países en algunos productos estratégicos.
Esta estrategia es una apuesta que busca movernos más allá del péndulo que nos ha mecido entre la alta dependencia-paternalismo y la ocurrencia fortuita o providencial. El salto en complejidad es la resultante de la coordinación inteligente y efectiva de diversos actores en relación a desafíos compartidos y a apuestas fuertes. Allí, instituciones como Transforma Uruguay, tienen un rol clave a jugar.
* Entrada escrita para el Blog SUMA de CINVE www.suma.org.uy.
** Diego Aboal es Investigador de CINVE | Director para América Latina de INSERAS | Profesor Grado 5 FCEA, Universidad de la República y Universidad ORT Uruguay | Doctor en Economía (University of Essex), Maestría en Economía (London School of Economics y UdelaR) | Twitter: @DiegoAboal2 Email: [email protected]
*** Miguel Sierra es Gerente de Innovación y Comunicación de INIA | Presidente del Consejo Nacional de Innovación, Ciencia y Tecnología (CONICYT) | Doctor en Tecnología de Alimentos en la Universidad Politécnica de Valencia e Ingeniero Agrónomo UdelaR | Twitter: @M_MSierra Email: [email protected]
**** Publicado en Carmelo Portal con autorización del CINVE
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