Con una construcción en madera que aún conserva el sello de su época, la vieja estación de tren es testigo de todo lo que pasa en una localidad que, pese a su ritmo sosegado y tranquilo, no es ajena a todo lo que una votación lleva consigo.
Es Progreso, la ciudad que fue bautizada así con la llegada del ferrocarril y que hoy, a dos días de los comicios presidenciales y legislativos en Uruguay, es tomada por la música y el color de la caravana electoral.
A pocas cuadras de ese vestigio del paso del tren, un grupo de personas de diferentes fuerzas políticas aportan su granito de arena para que este domingo su candidato celebre una victoria.
Con banderas sobre sus hombros, gorros o distintivos, ocupan una esquina desde la que, entre otras cosas, puede verse la sede de la municipalidad, un supermercado, un carro de venta de hamburguesas y chorizos, una panadería y el monumento «Al Granjero y su Familia», símbolo de Progreso.
Los puestos de la coalición de izquierdas que gobierna el país, el Frente Amplio (FA), y de los opositores Partido Nacional (PN), Partido Colorado (PC) y Cabildo Abierto (CA) allí instalados son solo algunos de los que hay en la ciudad, donde se observan muchas sedes de fuerzas políticas.
Más allá de los colores y las pasiones, quienes entregan listas (papeletas) en ese lugar lo hacen en un ambiente donde reinan el buen trato y la amabilidad, según relatan a Efe algunos de los trabajadores.
«Es una buena democracia, entre todos nos ayudamos. Si el viento le vuela algo, sea del Partido Colorado o de los ‘blancos’ (Nacional), los ayudamos. No quiere decir que no tengamos el mismo pensamiento, que estemos en contra uno de otro», resalta el frenteamplista Zelmar.
En su misma línea, Johana, del PC, apunta que quienes militan en ese lugar son todos vecinos y que se llevan bien sin importar los colores políticos.
Mientras ellos hablan, las calles de esta ciudad de 15.000 habitantes, situada en el departamento de Canelones, contiguo a Montevideo (sur), ven pasar a muchos vehículos que hacen sonar sus bocinas y saludan al transitar por ahí.
El fluido tránsito de automóviles y autobuses deja muy atrás en el tiempo a aquella zona casi descampada, que comenzó a poblarse con la gente que acompañó el arribo del ferrocarril, muchos inmigrantes españoles e italianos, para aprovechar las tierras fértiles de la zona, según cuenta a Efe el alcalde, Javier Petrocelli, en su despacho.
Si bien el ruido no es el de Montevideo, la capital que concentra cerca de 1,5 millones de personas, la mitad de los habitantes del país, la música de los partidos políticos suena a todo volumen en el centro de Progreso, algo que entusiasma a muchos vecinos de la zona.
Mario, uno de ellos, dice a Efe que todo lo que provoca buen humor «siempre es bueno» y redobla su apuesta asegurando que un poquito más de alegría y de color «vendría bien».
Respecto de la vida electoral fuera de la capital, el hombre, quien vivió toda su vida en Progreso excepto un corto período en el que se radicó en España, recuerda los tiempos en que líderes históricos de la política de Uruguay, como Líber Seregni -fundador del FA, fallecido en 2004- o Wilson Ferreira Aldunate -una de las principales figuras del PN hasta su muerte, en 1988-, visitaron la ciudad.
Además, asegura que a lo largo del tiempo, Uruguay se ha «descentralizado» y ha dado al interior más diversidad en diferentes ámbitos, entre los que destacó los centros de estudio.
Marcelo, otro vecino de la zona que camina por el centro, también apunta a que lo que vive Progreso con las elecciones está bueno porque la gente «está alegre».
La calma que preside un lugar como Progreso hace que este vecino, como tantos otros, elija madrugar el domingo para votar a las 8 de la mañana y luego retornar a su casa para hacer un asado en familia.
En Progreso las horas pasan y las elecciones se acercan. Un grupo de jóvenes que salen de clase cruzan a un parque a conversar, mientras otros van a una cancha a jugar el fútbol con la pelota debajo del brazo.
Varios centros educativos se preparan para recibir a las urnas y sumarse a la fiesta electoral.
En el centro siguen repartiéndose las listas que marcarán el futuro del país para los próximos 5 años mientras las banderas flamean y la ciudad se apronta para vivir las elecciones con mucha pasión.
Santiago Carbone (EFE)
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