Por Fernando Arroyo León
Diego Rodríguez y Jennifer Acosta, una pareja uruguaya, empezaron a recorrer Suramérica hace un año y medio en su «Kombi» y ya llegaron a Ecuador a fuerza de preparar alfajores, atrapasueños y otras artesanías que les permite convivir con la magia del camino de los Andes.
Ellos ya se encuentran en Loja, en el sur de Ecuador, cerca a la zona fronteriza con Perú y donde tiene lugar esta semana el IV Festival Internacional de las Artes Vivas, un megaencuentro cultural que les sorprendió en el trayecto y que les obligó a hacer una parada no muy corta.
Con su fiel perra Manchitas, que viaja con ellos, Diego y Jenny cuentan que esta aventura se ha convertido en una forma de vida y que, según dicen, les ha permitido observar la vida con otros ojos.
UN REFUGIO DE SUEÑOS
La aventura, dijo Diego a Efe, comenzó por iniciativa de Jenny quien quería «hacer algo diferente y salir de la monotonía» que tenían sus vidas en Uruguay.
Su primera idea fue adquirir una «kombi», esas furgonetas viejas y confiables que ahora les sirve de hogar y en la que llevan sus ilusiones y sueños.
Está decorada con una gran mandala o tapete rojo de figuras geométricas que ahora cubre el techo del vehículo, también adecuado con un sofácama amplio, una mesa central y una pequeña cocina que se ha convertido en un aliado importante del trayecto, pues no sólo les permite cocer sus alimentos, sino preparar un tipo delicioso de alfajor que venden en los pueblos por los que pasan.
La «kombi» es su refugio, pintada de celeste y motivos en naranja, que destaca en la carretera como un faro que motiva a otros «nómadas del camino» a entablar contacto, añadió Jenny.
«KOMBI-VIENDO»
Un día -recordó- «dijimos salgamos a rodar» y empezar una aventura a la que han bautizado como «Kombi-viendo», nombre que también figura en las redes sociales donde cuelgan imágenes e historias del viaje.
En la pequeña cocina, ella prepara alfajores de maicena y él teje pulseras y atrapasueños de hilos de colores para la venta.
Esta es una vida de constante «apoyo entre uno y otro» y eso es lo medular, ya que «no hay la pretensión de hacerse rico» y, por consecuencia, «no podemos decir que nos falte algo», remarcó Jenny.
Con esa filosofía han recorrido ya por cuatro países: Argentina, Chile, Perú y Ecuador y «la idea es seguir subiendo al norte», pasar por varias ciudades ecuatorianas como Cuenca, desviarse a la zona costera por la ruta del sol y llegar a Quito, en los Andes del norte del país, para luego pensar en pasar a Colombia, relató Diego.
El reto es «saber que mañana no va a ser igual que hoy» y eso genera un ambiente de «libertad total», es «una sensación única» de la que uno no se puede arrepentir, agregó el uruguayo quien repite que «el combustible -de su viaje- es la vida» misma.
UNA AVENTURA RECOMENDADA
No duda en recomendar este tipo de aventuras a jóvenes y adultos, de los que han conocido muchos en el camino y a los que califican como gente que «se enriquece con la cultura de otros países».
Jenny y Diego habían planificado que el viaje terminaría algún día en Uruguay, pero ahora no se animan a dar una fecha ni un lugar, pues en su país «no hay compromiso laborales, renta y no hay compromisos para volver», más allá de las familias de ambos.
Su hogar actual es la «kombi», adecuada con paneles solares que les provee de energía suficiente para cumplir con sus tareas, por lo que insisten en que no les falta nada.
No obstante, Diego interrumpe y asegura que hay dos cosas que sí necesitan: «Tenemos dos ruedas de automóvil que no son para la kombi. Por eso sí necesitamos algo: Dos neumáticos para perfil 100», que son las que utiliza esta vieja furgoneta.
Diego es mecánico y chófer, pero también cocinero y tejedor, al igual que su compañera que, además, se encarga de mantener el contacto necesario con amigos y familiares.
CADA VEZ MÁS NÓMADAS EN EL CAMINO
En el parque Jipiro, en Loja, donde han podio aparcar, los dos uruguayos son vecinos de otra pareja de nómadas, un mexicano y una argentina, que viajan en un automóvil y que tienen de mascota a una perrita llamada Wendy.
Son vecinos que se ayudan mutuamente, aunque Diego afirmó que «viajeros hay montones, más que lo que la gente puede llegar a pensar».
En el camino «te das cuenta que cada vez somos más» y que mucha gente prefiere levantar la marcha e ir a conocer otras latitudes y culturas, agregó Jenny.
Para su compañero, esa es «la magia del camino», esa sensación de que uno ha «salido de la zona de confort» para «probarse a sí mismo que hay un mundo más allá».
Esa magia que convierte «los problemas en oportunidades» y que, a pesar de que pueden haber peligros en el camino, «siempre habrá gente buena que te ayuda, que te acompaña», apostilló Diego.
(EFE)
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